miércoles, 17 de noviembre de 2010

GABRIELA MISTRAL: LAS MEJORES POESÍAS LÍRICAS DE LOS MEJORES POETAS

HISTORIAS DE LOCA

LA FLOR DEL AIRE

(A Consuelo Saleva)


Yo la encontré por mi destino,
De pie a mitad de la pradera,
Gobernadora del que pasa
Del que la habla y que la vea.

Y ella me dijo: Sube al monte.
-Yo nunca dejo la pradera,
Y me cortas las flores blancas
Como nieves, duras y tiernas.

Me subí a la ácida montaña,
Busqué las flores donde albean,
En unas rocas existiendo
Medio dormidas, y despiertas.

Cuando bajé, resplandeciendo
La hallé a mitad de la pradera,
Y cubriéndomela, frenética,
La hice un río de azucenas.

Y sin gozarse su blancura
Ella me dijo: -“Tú acarrea
Ahora sólo flores rojas.
Yo no puedo pasar la pradera.”

Trepé las peñas como el ciervo,
Y busqué flores de demencia,
Las que rojean y parecen
Que de rojez vivan y mueran.

Cuando bajé se las fui dando
Con el temblor de las ofrendas,
Y ella se puso como el agua
Que en ciervo herido se ensangrienta.

Pero mirándome, sonámbula,
Me dijo: -“Sube y acarrea
Las amarillas, las amarillas.
-Nunca puedo dejar la pradera.”

Subí derecha a la montaña
Y me busqué las flores densas,
Color de sol y de azafranes,
Recién nacidas y ya eternas.

Al encontrarla, como siempre,
A la mitad de la pradera,
Yo fui cubriéndola, cubriéndola,
Y la dejé como las eras.

Y todavía, loca de oro
Me dijo: -“Súbete, mi sierva,
Y cortarás las sin color,
Blancas, doradas ni bermejas.”

“Las que yo amo por recuerdo,
De la Leonora y la Ligeia,
Color del sueño y de los sueños.
-Yo soy mujer de la pradera.

Subí a la montaña profunda,
Ahora negra como Medea,
Sin tajada de resplandores
Como una gruta vaga y cierta.

Ellas no estaban en las ramas,
Ellas no abrían en las piedras
Y las corté del aire dulce,
Tijereteándolo ligera.

Me las corté como si fuese
La cortadora que está ciega.
Corté de un aire y de otro aire,
Tomando el aire por mi selva.

Cuando bajé de la montaña
Y que buscando fui a mi reina,
Ahora ella caminaba,
Ya no era blanca ni violeta.

Ella se iba, la sonámbula,
Abandonando la pradera,
Y yo siguiéndola y siguiéndola
Por el sendero y la alameda.

Cargada así de tantas flores
Con pecho mío y diestra aéreas,
Siempre contándola del aire
Y con los aires como siega.

Ella delante va sin cara;
Ella delante va sin huella,
Y yo siguiéndola, siguiéndola,
Entre los gajos de la niebla.

Con estas flores sin color
Ni blanquecinas ni bermejas
Hasta mi entrega sobre el límite,
Cuando los tiempos se disuelvan.


MISTRAL, Gabriela, Las mejores poesías líricas de los mejores poetas, Barcelona, editorial Cervantes, 1936, 114 pp., págs.: 90 a 93.