domingo, 30 de noviembre de 2008

EMPIRIA. REVISTA DE METODOLOGÍA DE CIENCIAS SOCIALES

“Creo que estamos de enhorabuena al poder presentar este número monográfico de la revista Empiria. Los estudios de las mujeres –los women´s studies- comenzaron a establecerse en las universidades anglosajonas en los años setenta y a consolidarse en los años ochenta, extendiéndose como una mancha de aceite en todos los curricula universitarios. En España nuestro secular atraso, unido a la concienzuda labor del franquismo, dificultó su arribada en tiempo y forma, que se inició, no obstante, a finales de los años setenta: en el año 2004 se conmemoró en la Universidad Autónoma de Madrid el 25 aniversario de la creación por parte de, entre otras profesoras, María Ángeles Durán, del primer Seminario de Estudios de la Mujer, hoy reconvertido, como tantos otros en las universidades españolas, en Instituto universitario”.

Así comienza la presentación que escribe Raquel Osborne en el Nº 15 de la revista EMPIRIA.

ARTÍCULOS


-Algunas advertencias sobre la práctica de la sociología feminista en la escena pública Judith Stacey

-En la cocina de las políticas de igualdad; ¿qué ingredientes agregar a las nuevas recetas? Carme Adán

-El trabajo y el cuidado: cuestiones teórico-metodológicas desde la perspectiva de género Teresa Torns

-Investigación empírica y teoría feminista en los estudios familiares en el mundo anglosajón: una síntesis extramuros Sara Barrón

-De la ‘violencia’ (de género) a las ‘cifras de la violencia’: una cuestión política Raquel Osborne

-El estímulo de la duda María Ángeles Durán

TEXTO CLÁSICO

La evolución del concepto de género: selección de textos de S. de Beauvoir, K. Millet, G. Rubin y J. Butler (Selección y presentación: R. Osborne y C. Molina Petit)



OSBORNE, Raquel (2008): “Presentación” en Empiria. Revista de Metodología de Ciencias Sociales, nº 15, enero-junio, ISSN 1139-5737. Madrid, Universidad Nacional de Educación a Distancia, Facultad de Ciencias Políticas y Sociología, Departamento de Sociología I. Teoría. Metodología y Cambio Social.



EMPIRIA. Revista de Metodología de Ciencias Sociales. N.o 15, enero-junio, 2008, pp. 99-124.
ISSN: 1139-5737
De la «violencia» (de género) a las
«cifras de la violencia»: una cuestión política1
RAQUEL OSBORNE
UNED
rosborne@poli.uned.es
Recibido: 04.03.2008
Aceptado: 16.06.2008
Hay una forma de incertidumbre que no tiene que ver con los
resultados sino con los principios, y a mi modo de ver afecta de lleno
a las ciencias sociales. No se refiere a lo que vemos cuando observamos,
sino a si miramos en la dirección adecuada, si sabemos
ver (Durán, 2007).
1. INTRODUCCIÓN
Aunque inicialmente parece que hoy en día todo el mundo estará de acuerdo
en qué consiste la violencia de género, en la gravedad del fenómeno y en el número
de muertes que se produce por su causa—por mencionar sólo algunas de
las cuestiones que habitualmente se suscitan en torno a este tema—, lo cierto es
que sólo se ha empezado a poder contabilizar el fenómeno a partir de la conceptualización
de lo que se entendía por tal.
Uno de los grandes logros del feminismo contemporáneo es que cambió
nuestra comprensión de la sexualidad y de las relaciones entre mujeres y varones
al identificar la violencia sexual como un elemento importante en el mantenimiento
de la subordinación de las mujeres, al proporcionarles nuevas vías para la
comprensión de su situación y al impulsar la creación de recursos para combatir
1 El presente artículo ha sido publicado en la revista Empiria (Revista de Metodología de
Ciencias Sociales), n.o 15, enero-junio 2008. Se ha realizado en el marco del proyecto de investigación
de referencia I+D+I BFF2003-00655 aprobado en el marco del Plan Nacional de Investigación
Científica, Desarrollo e Innovación Tecnológica 2000-2003. Debo agradecer a Sara Barrón
y a Begoña Pernas por sus comentarios críticos ante la lectura del borrador del presente artículo y
a Rosa Gómez Redondo y a Elena Robles su ayuda técnica en relación con alguna de las estadísticas
aquí mencionada.
dicha violencia. Ha conseguido que se entienda la violación no como un delito
contra el honor de las familias sino como un asalto violento cometido contra las
mujeres no sólo por extraños sino también por los maridos, padres o personas
cercanas. Ha promovido las denuncias por malos tratos a las mujeres, insistiendo
en la dejación de su consideración como un asunto privado y personal entre los
miembros de una pareja. De igual manera, ha acuñado el concepto de acoso sexual,
que destapa la realidad de los avances sexuales indeseados que generaciones
de mujeres han tenido que sufrir, principalmente en el trabajo.
Pero esta tarea no era suficiente. Hacía falta el reconocimiento al más alto nivel
para que los Estados tomaran cartas en el asunto, y ello tuvo lugar con la Declaración
de Naciones Unidas sobre la Eliminación de la Violencia contra la
Mujer de 1993, cuyo artículo 1 considera violencia contra las mujeres a «todo
acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda
tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la
mujer, incluidas las amenazas de tales actos, la coerción o la privación arbitraria
de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la privada». Pero
para que se produjera el salto del macronivel de decisión que representa la
ONU a la política del día a día de cada país tienen que ocurrir más cosas.
En España tuvieron lugar al menos tres factores añadidos:
— los años noventa ven aflorar el problema de la violencia de pareja, si bien
desde los años setenta habían comenzado las movilizaciones en relación
a las agresiones sexuales. Una de las caras más visibles del activismo feminista
en los años noventa era el dedicado a la problemática de las separaciones
y divorcios, lugar fundamental de la emergencia de esta violencia,
oculta habitualmente;
— fruto de la intensa movilización los medios de comunicación de masas
acaban por interesarse por el fenómeno: a partir de 1997 se da el salto del
entorno feminista a los medios de comunicación de masas tras la denuncia
en televisión por Ana Orantes de su crónica situación de maltrato
y su posterior brutal asesinato a manos de su marido2;
— a partir de entonces, las instituciones encargadas de la «problemática de
la mujer»—véase principalmente el Instituto de la Mujer—toman cartas
en el asunto: en 1998 en el marco del III Plan de Igualdad de Oportunidades
entre Mujeres y Hombres se crea el Plan de Acción contra la
Violencia Doméstica, que por primera vez plantea el trabajo conjunto de
las distintas administraciones para establecer una serie de medidas que
den respuesta a la violencia en este ámbito (Vives 2001). El plan establecía
seis áreas de actuación, entre ellas una de investigación, que comenzó
a elaborar «un módulo estadístico para recoger los datos referidos
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2 No es nuestra intención aquí analizar las razones por las que los medios de comunicación modifican
su postura en torno a esta problemática, como tampoco se pretende idealizar su papel. Para
un análisis sobre violencia de género y medios de comunicación véase Fernández Díaz (2003).
a la violencia así como un manual con normas estadísticas de actuación
coordinadas y uniformes que deben seguir en la recogida de estos datos
tanto la Guardia Civil como el Cuerpo General de Policía». En el marco
de este área se realiza también una «Macroencuesta a nivel nacional, sobre
la violencia contra las mujeres, para conocer cuántas mujeres son víctimas
de actos de violencia, malos tratos y/o abusos sexuales y las causas
que contribuyen a su aparición» (Ibid.:88). Tres de estas encuestas (2000,
2002 y 2006) han sido realizadas hasta la fecha. Estas iniciativas tieneN
lugar, por tanto, sólo a partir del momento en que se reconoce política y
socialmente la gravedad de esta violencia.
Sin estos supuestos previos no hay contabilidad organizada del fenómeno de
la violencia contra las mujeres. Llevar una contabilidad eleva el fenómeno de
anécdota a categoría, conduciendo a su mayor visibilidad. La violencia hoy es
más visible, pues, y ello tiene mucho que ver con el cambio en la mirada, tal y
como refleja la cita del comienzo de Durán. Si nos atenemos, en consecuencia, a
esta diferente forma de mirar hemos de tener en cuenta siempre como punto de
partida la distinción entre «la violencia» y «las cifras de la violencia»: entre la
definición «abstracta» de la violencia y las cifras median los «indicadores» de
qué se considera violencia, y ello depende en buena parte, en primer lugar, de la
toma de conciencia del problema y, en segundo lugar, de los diversos intereses en
liza; en definitiva, es una cuestión política.
A partir de ahí, de lo que sí podemos estar seguros es de que las cifras de la
violencia han aumentado, y ello por diversas razones, algunas de las cuales citaremos
a título de ilustración:
a) Por ampliación de a quiénes se considera victimarios y víctimas: de maridos
a parejas de hecho a «exes» de todo tipo, incluyendo novios. Así, de
2001 a 2002 las denuncias interpuestas por mujeres—hasta el año 2002
sólo se incluían datos relativos a mujeres—pasaron de 24.158 a 43.2133.
b) Debido a la creación de nuevas leyes, por ejemplo la Orden de Protección
de 2003, que contribuyó a que se incrementaran las denuncias —promulgada
a finales del mes de julio, es decir, vigente durante sólo 5 meses,
las denuncias en ese año pasaron de 43.213 a 50.088—4. Del mismo
modo, a partir de enero de 2004, la introducción de nuevos tipos delictivos
y la modificación de alguno de los ya existentes (muchas de las infracciones
consideradas hasta entonces como «faltas» pasan a tipificarse
como «delitos») supuso un aumento del número de víctimas5.
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3 Datos del Ministerio del Interior reelaborados por el Instituto de la Mujer. http://www.mtas.es/
mujer/mujeres/cifras/violencia/denuncias_tablas.htm
4 Datos del Ministerio del Interior reelaborados por el Instituto de la Mujer. http://www.mtas.es/
mujer/mujeres/cifras/violencia/denuncias_tablas.htm
5 http://www.mtas.es/mujer/mujeres/cifras/violencia/denuncias.htm.
c) Por ampliación de la definición de la conducta a tener en cuenta o a
perseguir:
— en el acoso sexual, redefinido como acoso leve (mayores cifras), grave
y muy grave (Inmark 2006);
— en el maltrato, al estilo de las Macroencuestas 2000/2002/2006 del
Instituto de la Mujer, que distinguen entre maltrato declarado y maltrato
«técnico» (con cifras más elevadas).
Desde sus inicios la contabilidad de la violencia ha ido acompañada de
controversias acerca de cuál es la manera más acertada de efectuarla. Los intereses
mueven a los actores sociales en una pugna de poder cuyo resultado determina
que se vaya escogiendo una forma u otra de contar más allá de los episodios
«reales» de violencia. Ello hace que, a veces, y desde el punto de vista de
las ciencias sociales, la metodología empleada sea susceptible de análisis críticos
que nos iluminen sobre la evolución, pluralidad e implicaciones de los métodos
utilizados. En suma, que nos alerten sobre las razones y la idoneidad de los mismos.
Algunas de estas controversias atraerán nuestra atención en este artículo:
a) La que implica una tensión recurrente entre los grupos líderes en la movilización
feminista contra la violencia y la respuesta institucional ante la
problemática en cuestión en torno a la contabilidad de las cifras de la
violencia. Referiremos para ello dos momentos en que se ha plasmado
esa tensión, el primero desde la segunda mitad de los años noventa del
pasado siglo hasta su resolución hacia el año 2002, y el segundo que se
desarrolla todavía en el presente.
b) La que se sigue de la investigación conocida como La Macroencuesta
—en sus sucesivas ediciones de 2000, 2002 y 2006—, auspiciada por el
Instituto de la Mujer, que supuso una ampliación de los supuestos de lo
que se entiende por maltrato y el subsiguiente aumento de las cifras del
mismo.
2. LAS CIFRAS DE LA VIOLENCIA A DEBATE
2.1. La violencia, un asunto de intervención pública
Mucho se ha tardado en reconocer la importancia y la gravedad de la violencia
contra las mujeres. Un caso paradigmático ha sido la dificultad de entenderla,
en los casos de guerras, como una estrategia integrada en las políticas de
Estado para vencer al enemigo. Según Terrasson (2003), aunque ya en 1914 las
violaciones fueron denunciadas como crímenes de guerra, no se hallaban insertas
en esquemas interpretativos más amplios por no ser vistas como una práctica
sistemática de terror. En el análisis pre-feminista contemporáneo no existía el
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punto de vista de las víctimas ni, por tanto, la preocupación por las secuelas psíquicas
de la violencia sexual. Se hablaba de víctimas, ciertamente, pero las
mujeres eran siempre sospechosas de un posible consentimiento y, por lo tanto,
también entraban las nociones de mancha, deshonor y hasta de muerte social
como algo lógico que podía llevar a las mujeres violadas, a menudo con hijos
producto de las violaciones, incluso al suicidio. Las comisiones—una británica
y otra francesa—que condenaron estos hechos lo hicieron en tanto que excesos
individuales, pero se mostraron incapaces de pensarlas en el marco de las grandes
atrocidades del enemigo. En consecuencia, sin una interpretación sistémica
del asunto, unido a la incomodidad de hablar de sexo en una época que no había
«descubierto» el componente de violencia y odio de las agresiones sexuales
contra las mujeres, la cuestión cayó—caía una y otra vez—en el olvido. Habrá
que esperar al conflicto de los Balcanes —comienzos de la década de los años
noventa del siglo XX—para que se reconociera la importancia y la gravedad de
estas agresiones. Y no es que hasta entonces no hubiera datos suficientes en los
distintos conflictos armados conocidos en torno a los abusos sexuales de todo
tipo a las mujeres, pero o bien se habían escamoteado los datos a la opinión pública,
o todavía peor, existía una tolerancia real hacia las agresiones (Osborne y
Justo Suárez 2004)6.
Teresa de Lauretis, por su parte, habla de la «retórica de la violencia», noción
foucaultiana que indica un orden de violencia del lenguaje, esto es, que nombra
ciertos comportamientos y hechos como violentos, pero no a otros, así como
construye objetos y sujetos de violencia y de este modo a la violencia como un
hecho social (de Lauretis 1987). «Hace sólo hace unas décadas, el término
“violencia familiar” habría carecido de sentido. Así, el abuso infantil, el maltrato
a las esposas y el incesto habrían sido entendidos pero no reconocidos como
serios problemas sociales» (Wini Breines y Linda Gordon (1983), en de Lauretis
op. cit.: 33). Por tanto, según lo definamos entenderemos una cosa u otra y
abarcaremos más o menos aspectos del fenómeno que nos ocupa.
Tal y como hemos comentado, desde los años setenta el feminismo de la llamada
segunda ola empezó a comprender que una de las formas de control de las
mujeres se llevaba a cabo por medio del ejercicio de la violencia, o la amenaza
de su utilización. En España, en los años noventa, la amplificación mediática del
fenómeno trasladó a las páginas «serias» de la prensa escrita y a un lugar central
en los noticieros audiovisuales la información sobre las muertes de mujeres
producidas por la violencia masculina.
La toma de conciencia social supone, además, movilizaciones para hacer visible
la violencia que se entiende como «escondida» («las denuncias son sólo la
punta del iceberg, la prueba es que muchas de las muertes no pasan por la denuncia...
» son afirmaciones que se vienen realizando desde hace más de diez
años) y lograr por este camino poder intervenir sobre ella.
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6 Sobre la construcción de los marcos de interpretación en relación a la violencia de género
véase de Miguel Álvarez (2003).
En este objetivo confluyen intereses otrora dispares:
a) Los de las instituciones, véase el Instituto de la Mujer a finales de los noventa,
época del gobierno del Partido Popular. El combate contra la violencia,
inicialmente denominada doméstica, pasa a la primera fila del debate
político, y el Partido Popular la convierte en una prioridad de su
política para con las mujeres con la puesta en marcha del ya citado Plan
de Acción contra la Violencia Doméstica de 1998. Se cumplen así dos
objetivos: se capitaliza el nuevo interés social hacia esta problemática,
dando la impresión de realizar política «feminista» desde el poder, mientras
que por otro lado no se atienden muchas otras reivindicaciones de las
mujeres —mayor participación política, derechos laborales, derechos
sexuales y reproductivos y acciones positivas7, entre otras—.
b) Los del feminismo, desmovilizado desde finales de los años ochenta/
principios de los noventa, que se re-configura y re-moviliza, ganando
más espacio social con la promoción de la denuncia del tema de la violencia
contra las mujeres (Marugán y Vega 2001).
2.2. Las cifras, condición para la intervención
2.2.1. Las cifras representan el aspecto «técnico» de esta visibilización. La
contabilidad aumentará o disminuirá dependiendo de cómo preguntemos o qué
supuestos incluyamos bajo la rúbrica de violencia. Y lo que se ha venido haciendo
en España en paralelo a la toma de conciencia en torno al problema es
modificar los indicadores de violencia.
A mediados de los años noventa comienzan a conocerse las estadísticas del
Ministerio del Interior sobre este tema. A finales de la década se pueden observar
las discrepancias entre, por una parte, las cifras de las asociaciones de mujeres
—en particular por parte de la Federación de Mujeres Separadas y Divorciadas,
pionera en España en ocuparse de las mujeres en situaciones de
violencia— y las proporcionadas por el Instituto de la Mujer, cuya fuente provenía
del Ministerio del Interior.
La metodología de la Federación en cuanto a la recopilación de datos sobre
la violencia de pareja con resultado de muerte era sencilla: hacer un seguimiento
sistemático de la prensa diaria y registrar los casos de asesinatos de mujeres
por parte de las parejas masculinas, ya fuera en situaciones de conyugalidad o
fuera de ella, en relaciones vigentes o pretéritas. Interior, por su parte, se limitaba
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7 Por razones de conveniencia electoral —con elecciones generales previstas para el 9 de
marzo de 2008—, no obstante, en enero de ese mismo año el Partido Popular, siempre contrario a
la discriminación positiva, ha comenzado a hacer sus primeras propuestas en este sentido. Vid. Rafael
Méndez, «Rajoy promete bajar 1000 euros los impuestos a todas las trabajadoras (El PP abraza
la discriminación positiva tras recurrir la Ley de Igualdad)», El País, domingo 13 de enero de
2008, España, p. 16.
a contabilizar la violencia ejercida por los cónyuges o parejas de hecho (incluidas
estas últimas desde 1998), sin tener en cuenta la que tenía lugar por parte de
excónyuges, y mucho menos entre novios, exnovios o pretendientes; además, no
incluía los datos de la Ertxantxa y de los Mossos d’Squadra. Previsiblemente,
siempre resultaban inferiores las cifras de Interior. Un ejemplo nos dará la idea
clara: mientras que en 1999 el Instituto de la Mujer manejaba las cifras de 42
mujeres muertas (Vives 2001)8, la Federación manejaba la de 68 mujeres.
Sin embargo, conviene recordar que por las mismas fechas el Instituto de la
Mujer realizó la primera de las Macroencuestas que viene efectuando con una
cierta periodicidad. En ella se pretendía estudiar el número de actos violentos,
especialmente en el ámbito doméstico, en los que las víctimas eran mujeres, violencia
perpetrada «por alguna de las personas que convive en su hogar, o por su
novio» (Vives 2001:89). Es decir, el Instituto comenzaba a modificar por entonces
sus criterios aun cuando todavía ello no se viera reflejado en sus estadísticas,
que provenían del Ministerio del Interior.
Haciéndose eco de las insuficiencias señaladas por los grupos feministas, en
2002 el Ministerio del Interior -lo cual fue recogido por el Instituto de la Mujer
en sus estadísticas- cambia algunos de los criterios manejados hasta entonces en
el recuento de las muertes. Se comienza a computar las causadas por otras parejas
más allá del matrimonio o las parejas de hecho legales, es decir, por los excónyuges,
excompañeros sentimentales, novios o exnovios. Otra novedad consistió
—tal y como se veía reflejado en la web del Instituto en julio de 20079
aunque no se mencionaba la fecha de esta modificación—en la inclusión de los
fallecimientos que tienen lugar con posterioridad a las primeras 72 horas desde
la comisión del delito. Igualmente se subsana el déficit de información en las comunidades
autónomas antes mencionadas: en septiembre de 2006—otra de las
fechas en que esta autora consultó la web del Instituto de la Mujer— se decía
que el Instituto estaba teniendo en cuenta los datos que le proporcionaban las organizaciones
de mujeres10—que, recordemos, al efectuar su recuento con las noticias
aparecidas en la prensa diaria nacional no padecían esta limitación «territorial
»—. Algún tiempo después –julio de 2007- ya constaba como propia una
forma de cuantificación basada «en un sistema mixto y unificado, en el que, partiendo
de las noticias aparecidas en los medios de comunicación, que son utilizados
como “sistema de alerta”, cada uno de los casos es, posteriormente, contrastado
con los datos provenientes del Ministerio del Interior y, en un futuro, del
ámbito judicial»11. Hasta aquí, pues, el relato de la primera «tensión» de la que
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8 En febrero de 2008 la web del Instituto de la Mujer da para 1999 otra cifra –de 54 muertaspero
porque ha reconstruido a posteriori sus propias cifras por medio de combinar noticias de los
medios de comunicación y los del Ministerio del Interior. Con todo, siguen sin concordar con las
proporcionadas en aquel entonces por las Mujeres Separadas. http://www.mtas.es/mujer/mujeres/
cifras/tablas/W805b.XLS
9 En febrero de 2008 continúa colgada la misma afirmación.
10 Esta información ya no aparecía mencionada en la web en julio de 2007.
11 http://www.mtas.es/mujer/mujeres/cifras/violencia/muertes.htm
hablábamos al principio, resuelta con la adopción institucional de los criterios de
las organizaciones de mujeres.
2.2.2. El testigo del cómputo realizado inicialmente por la ya citada Federación
de Asociaciones de Mujeres Separadas y Divorciadas fue recogido por
otras organizaciones y finalmente asumido por la Red de Organizaciones Feministas
(REF) contra la Violencia de Género, a cuya estructura pertenece la Fundación
Mujeres. Este grupo presentó en 2003 un Informe sobre violencia contra
las mujeres12. En él se alude a los que se siguen considerando insuficientes criterios
de Interior. La Fundación pide que «se recojan no sólo episodios de violencia
en función de la relación de parentesco, sino de la causa y el objetivo que
persigue esta violencia», porque a su juicio se están dejando fuera formas de violencia
que se ajustan a la definición que Naciones Unidas hace sobre «violencia
contra las mujeres» y se incluyen otras cuyo motivo es ajeno a una cuestión de
género13. De hecho, los datos oficiales del primer semestre de 2003 hablan de 37
muertes mientras que la REF consigna 45 víctimas. Unos meses después la
Red Feminista amplía en otro informe14 la contabilidad de la violencia a otras relaciones
familiares más allá de la erótico-afectiva: suegras, hijas, hijastras y
madres. Rechaza, por otra parte, ceñirse simplemente al ámbito familiar en que
se produce la violencia, incluyendo los casos encontrados de violencia no familiar
(asalto sexual, tráfico de mujeres etc.). Los desfases entre ambas estadísticas
se repiten en años posteriores.
En 2004 tiene lugar un inesperado vuelco en el Gobierno de la nación que, tras
las elecciones generales de marzo, pasa a ser socialista. El nuevo Gobierno anuncia
entre sus prioridades las políticas sociales, creando un nuevo alto cargo en el
seno del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales—la Secretaría General de Políticas
de Igualdad—. La primera ley promulgada por este Gobierno en esa legislatura
fue la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección
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12 Fundación Mujeres, Informe sobre violencia contra las mujeres en España. Tasas y tendencias
de Homicidio/Asesinato 1999/2003 (www.mujeresenred.net/violencia.htm)
13 El artículo 2 de la Declaración de Naciones Unidas sobre la Eliminación de la Violencia contra
la Mujer de 1993 especifica qué actos de violencia de género se incluyen bajo esta categoría:
a) «La violencia física, sexual y psicológica que se produce en la familia y en el entorno más
próximo, incluidos los malos tratos a mujeres e hijos, el abuso sexual de las niñas en el hogar,
la violencia relacionada con la dote, la violación marital, la mutilación genital femenina
y otras prácticas tradicionales nocivas para las mujeres, los actos de violencia perpetrados
por otros miembros de la familia y la violencia relacionada con la explotación.
b) La violencia física, sexual y psicológica perpetrada dentro de la comunidad en general, incluidas
la violación, el abuso sexual, el acoso y la intimidación sexuales en el trabajo, en instituciones
educacionales y en otros lugares, el tráfico de mujeres y la prostitución forzada;
c) La violencia física, sexual y psicológica perpetrada o tolerada por el Estado, donde quiera
que ocurra».
14 Dossier: Violencia contra las mujeres con resultado de muerte. (Estudio sobre noticias aparecidas
en prensa) (2003) (Red estatal de organizaciones feministas (12pp.). http://www.
refeminista.org/
Integral contra la Violencia de Género, denominada comúnmente Ley Integral,
aprobada por unanimidad en el Congreso de los Diputados: ningún partido quiso
quedarse fuera del consenso. No obstante, años después se mantienen algunas discrepancias
entre las instituciones y las organizaciones de mujeres en torno a los criterios
para la recopilación de los datos de las agresiones con resultado mortal.
En 2006 las muertas registradas por el Instituto de la Mujer ascendían a 68.
Otros datos, también oficiales, relatan que un total de 18 mujeres fueron asesinadas
en el mismo año por padres, hijos u otros familiares (El País, Sociedad, 5-
01-2007). A ello, según la REF, habría que sumar las producidas por agresión sexual,
tráfico de mujeres y prostitución. El número de asesinadas ascendería,
según estos criterios, a 9315. Los casos no incluidos en las estadísticas del Instituto
de la Mujer no están amparados por la Ley Integral—aunque sí lo están por
el Código Penal—y «por el momento» no está previsto cambiar la norma según
declaraciones de Soledad Murillo, Secretaria General de Políticas de Igualdad16.
Con todo, la página web del Instituto de la Mujer proclamaba, en julio de
200717, lo siguiente: «De forma progresiva, iremos incorporando nuevas variables,
así como otras tablas, relativas al número de mujeres muertas por violencia
de género en ámbitos distintos al de las relaciones de pareja/expareja (resto de
relaciones familiares o sin existencia de vínculo familiar alguno), si bien, en relación
con estos casos, existen, todavía, dificultades metodológicas importantes
que aún habrá que resolver»18.
No sabemos si esa incorporación a la estadística irá acompañada del cambio
en la ley que pospone Murillo. La cuestión no es baladí: supone incluir o excluir
de la contabilidad nada menos que a 18 mujeres. Significa re-pensar qué se entiende
por violencia de género más allá de que estemos hablando de violencia
contra las mujeres, al igual que de violencia que tiene lugar en el ámbito doméstico.
Abundaremos en ello en la segunda parte de este artículo. Entretanto,
llamaremos la atención sobre algunos casos en que la agresión tiene lugar en el
seno de la pareja con resultado de muerte y se efectúa de hombre a mujer pero
en los que, en nuestra opinión, no deberían contabilizarse como violencia de género.
Al menos una de las muertes a manos de la pareja contabilizadas como
violencia de género en 2006 no cabe por menos que calificarla de eutanasia «informal
» —fuera de los cauces médicos— por parte del marido (89 años), integrante
de un matrimonio calificado de ejemplar por los vecinos, a su mujer, también
octogenaria pero víctima de Alzheimer y osteoporosis avanzada19. Esto
incide, como podemos observar, en el tema de cómo se clasifican las muertes: en
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15 http://www.redfeminista.org/searchnoticias.asp?id=prostitucion2006.
16 El País, «18 mujeres fueron asesinadas en 2006 por padres, hijos u otros familiares», El País,
Sociedad, 5 de enero de 2007.
17 El mismo texto puede leerse en febrero de 2008.
18 Cabe preguntarse: ¿no habrá, además, preocupaciones presupuestarias?
19 Oviedo, 14 de diciembre de 2006, «Mata a su mujer, enferma de Alzheimer, y se suicida. Él
tenía 89 años, ella, 80». http://actualidad.terra.es/articulo/html/av21272623.htm. Para un comentario
crítico, vid. José Tovar Larrueca, «Violencia y amor», El País, Opinión, 15 de diciembre de 2006.
este caso puede considerarse como un acto de amor —y de desesperación20—
pero con el resultado de muerte, ¿es válido incluirlo en las estadísticas de muerte
por violencia de género por el hecho de que coincide en que ha sido una violencia
de hombre a mujer? En 2007 tuvo lugar un suceso terrible, en el que un
hombre mató a su madre, su esposa y su hijo y atacó a otras dos hijas en Toledo,
para acabar suicidándose, parricidio calificado como uno de los más trágicos
ocurridos en España en lo que va de siglo. Aparentemente, un caso más de violencia
de género. Pero cuando se lee la letra pequeña vemos, por una parte, cómo
este hombre, enfermo él mismo, llevaba media vida cuidando a casi toda su familia,
aquejada de distintos y graves problemas de salud, y por otra, cómo los vecinos
no daban crédito a lo ocurrido puesto que el presunto parricida «llevaba
toda la vida luchando por su familia», a la que trataba «muy bien» y con la que
estaba volcado21. Si tenemos en cuenta los criterios manejados, pongamos por
caso, por la Fundación Mujeres, en los que se pedía que se recogieran «no sólo
episodios de violencia en función de la relación de parentesco, sino de la causa
y el objetivo que persigue esta violencia» estos supuestos no deberían ser incluidos
como violencia de género. No obstante los dos episodios narrados han
sido incluidos en la contabilidad que la Red de Organizaciones Feministas contra
la Violencia de Género presenta en su página web, Red que, como comentamos
más arriba, incluye a la Fundación Mujeres.
3. LAS MACROENCUESTAS (2000, 2002, 2006)
3.1. La propuesta del Instituto de la Mujer: la ampliación
del concepto de maltrato
Además de redefinir conceptos, el feminismo se ha dedicado en los últimos
años a expandirlos poco a poco, a ampliar su contenido, como hemos entrevisto
con algunos ejemplos en la primera parte de este artículo. En esta segunda parte
analizaremos sobre todo la noción de maltrato técnico—utilizado por primera
vez en la Macroencuesta 2000—, las cifras que de ella se derivan y nos preguntaremos
sobre lo acertado—o no— de su producción/utilización22.
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20 Si en España fuera legal la eutanasia según la voluntad de quien la solicita el resultado contable
de estas dos muertes habría sido muy otro.
21 http://www.nortecastilla.es/20070217/vida/mata-cuatro-personas-misma_200702171649.
html. Jesús Duva, «Un hombre mata a su madre, su esposa y su hijo y ataca a otras dos hijas en Toledo
», El País, 18 de febrero de 2007, Sociedad p. 40.
22 Se incluyen los datos de la ficha técnica de las Macroencuestas de 2000 y 2006, por ser las
que más se utilizan en el presente artículo:
Universo: mujeres españolas (residentes en España, 2006) de 18 ó más años.
Ámbito: Nacional, incluidos los territorios de Ceuta y Melilla.
Muestra: 20.552 entrevistas (32.426 en 2006), con un error estadístico de + 0,7% (0,61% en
2006) para un nivel de confianza del 95,5% (dos sigma) y p/q = 50/50.
La forma de abordar conceptualmente el problema del maltrato influirá decisivamente
en los resultados que obtengamos. Centraremos nuestro análisis
preferentemente en la primera Macroencuesta (Instituto de la Mujer 2000) por el
impacto que tuvo en su momento —los grandes titulares de la prensa así lo reflejan—
y porque fue la que inauguró la serie, que no ha sufrido particulares
cambios en las sucesivas ediciones23.
La encuesta nace en el marco del Plan de Acción contra la Violencia Doméstica
de 1998 como la iniciativa más destacada en el área de investigación prevista
por el Plan. Surge con el objetivo de cuantificar los actos violentos contra
las mujeres en el ámbito doméstico, «los factores determinantes en la aparición
de los mismos, las consecuencias personales y sociales que acarrea el sufrir dichos
actos y, finalmente, la opinión de las víctimas sobre las posibles medidas a
tomar por parte de la Administración para erradicar la violencia y paliar sus efectos
» (Vives 2001: 12).
A lo largo del informe, se hace referencia a dos tipos de maltrato: maltrato
técnico y maltrato declarado. Maltrato tipo A «técnico»: «Las mujeres tipo A son
aquéllas que afirman que, en la actualidad, alguna persona de su hogar (o su novio/
pareja que no convive con ella) es causante, “frecuentemente” o “a veces”,
de al menos una» de las trece situaciones que se describen más abajo (Instituto
de la Mujer 2000: 10).
Maltrato tipo B «declarado»: se incluyen bajo este apartado a las mujeres
«que afirman haber sufrido alguna situación durante el último año por la que se
hayan considerado maltratadas por algún familiar, por su novio o por alguna persona
de las que conviven en su hogar, es decir, se autoclasifican como maltratadas
» (Ibid.: 10).
El informe extrae las siguientes conclusiones:
— Mujeres tipo A: El 12,4%—1.865.000 mujeres—admite en el momento
de la encuesta lo que se ha dado en denominar «maltrato técnico». «Es
decir, aunque ellas no se hayan reconocido explícitamente como maltratadas,
han sido consideradas “técnicamente” como tales al admitir, mediante
una batería de preguntas, que su pareja les insulta, amenaza o controla
de forma frecuente» (Vives 2001: 89).
— Mujeres tipo B: «El 4,2 de las mujeres españolas mayores de 18 años declara
haber sido víctima de malos tratos durante el último año por algu-
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Tipo de muestreo: polietápico, estratificado, con selección aleatoria de las unidades secundarias
(municipios) y selección de las unidades últimas (mujeres.
Distribución de la muestra: semiproporcional, con una cuota fija de 300 entrevistas por Comunidad
Autónoma y el resto proporcional a la población de cada una de ellas (excepción hecha en
2006 de las Comunidades Autónomas que han querido aumentar más su muestra). Por tamaño de
hábitat la distribución es proporcional dentro de cada autonomía.
Entrevista: telefónica mediante sistema CATI.
23 Datos de las otras dos macroencuestas de 2002 y 2006 serán citados circunstancialmente
cuando resulte pertinente para la argumentación.
na de las personas que convive en su hogar, o por su novio, lo que representa
un total de 640.000 mujeres entre los 15.028.000 de mujeres españolas
de 18 o más años» (Ibid.: 89). Es decir, se autoclasifican como
maltratadas.
En la mayor parte de los casos declarados en la Macroencuesta—el 52%—,
el agresor es el marido, la pareja o la expareja, correspondiendo el resto a maltrato
por otros miembros de la familia: un 12,5% de las que se declaran maltratadas
lo son por los hijos/as, un 11% por el padre, un 11,4% por la madre, un
17,9% por hermanos/as y un 13,8% por otras personas, familiares o no familiares.
Por lo que respecta a las mujeres consideradas como «técnicamente» maltratadas,
el 74,2% lo son a manos del marido, la pareja o la expareja, el 14,1%
por los hijos/as, un 13,5% por el padre, un 12,8% por la madre, un 3,6% por hermanos/
as y un 3,1% por otras persona, familiares o no familiares.
Las mujeres tipo A son aquéllas que han respondido «frecuentemente» o «a
veces» a alguna de las trece frases reseñadas a continuación:
1) Le impide ver a la familia o tener relaciones con amigos, vecinos.
2) Le quita el dinero que Vd. gana o no le da lo suficiente que necesita
para mantenerse.
3) Le insulta o amenaza.
4) Decide las cosas que Vd. puede o no hacer.
5) En ciertas ocasiones, le produce miedo.
6) No tiene en cuenta las necesidades de Vd. (le deja el peor sitio de la
casa, lo peor de la comida...).
7) Cuando se enfada llega a empujar o golpear.
8) Le dice que a dónde va a ir sin él/ella (que no es capaz de hacer nada
por sí sola).
9) Le dice que todas las cosas que hace están mal, que es torpe.
10) Ironiza o no valora sus creencias (ir a la iglesia, votar a algún partido,
pertenecer a alguna organización).
11) No valora el trabajo que realiza.
12) Delante de sus hijos dice cosas para no dejarle a Vd. en buen lugar.
13) Insiste en tener relaciones sexuales aunque sepa que usted no tiene ganas.
Se llega así a la cifra obtenida, que luego se extrapola al conjunto de la población.
Se tiene asimismo en cuenta no sólo a quien tiene pareja en el momento
de la encuesta sino el tipo de relaciones habidas hasta diez años atrás de la actualidad,
es decir, se pregunta por parejas y exparejas, incluyéndose como
hemos visto novios y no sólo maridos.
La Macroencuesta fue celebrada como un gran avance en el conocimiento de
la problemática del maltrato y por lo que de implicación seria por parte de la Administración
del Estado suponía. Las principales virtudes confesas del trabajo de
2000 eran la disposición por primera vez de información sobre malos tratos re-
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feridos a toda la población femenina mayor de edad, la amplia muestra utilizada
—20.552 mujeres fueron entrevistadas— y que aportaba datos sobre las variables
de control asociadas a la experimentación de actos de violencia, a fin de establecer
un perfil de las mujeres víctimas y sobre las consecuencias o sintomatología,
tanto física como psicológica, producidas por tales actos (Instituto de la
Mujer 2000: 3). En todo momento el trabajo compara a las mujeres maltratadas
con el conjunto de la población de mujeres (así como a los varones maltratadores
con el conjunto de los varones), con lo cual resulta plausible elaborar los perfiles
de las situaciones de maltrato. Del mismo modo, el manejar la categoría de
maltrato técnico permite detectar muchas situaciones de maltrato oculto, uno de
los graves problemas a los que se enfrentan las políticas preventivas en este terreno.
En relación con esto, es de agradecer que se profundice en la problemática
del maltrato y no sea sólo de muertes de lo que se hable—muertes entendidas
realmente como la punta del iceberg de un problema muy extendido, de hondas
raíces y graves consecuencias—.
3.2. ¿Es suficiente una sóla respuesta afirmativa «frecuentemente»
o «a veces» para considerarlo maltrato?
Ya hemos especificado que uno de los caminos para el incremento de las cifras
de la violencia es la ampliación del concepto de maltrato. Ahora es el momento
de analizar las implicaciones de dicha decisión. La distinción entre maltrato
declarado y maltrato técnico descansa, como sabemos, en el reconocimiento
directo o indirecto por parte de las mujeres de su situación particular de maltrato.
La diferencia, pues, no reside en el tipo de maltrato recibido sino en la autoconciencia
al respecto. En el caso de la Macroencuesta 2000, para asignar una situación
de maltrato «técnico» el estudio se atiene a la definición sobre los
distintos tipos de violencia que realiza el Consejo de Europa: violencia física, sexual,
psicológica, económica y estructural, y sobre esas definiciones se hacen las
preguntas. Las frases n.os 1, 3, 5, 8, 9, 11 y 12 reflejan situaciones de violencia
psicológica, las frases 4.a y 6.a, violencia estructural, la 2.a, violencia económica,
la décimo tercera, violencia sexual, la 7.a, violencia física y por último, la 10.a se
refiere a violencia estructural. Para entrar en la categoría de maltratada (técnica)
es suficiente haber contestado «frecuentemente» o «a veces» a alguna de las trece
frases mencionadas. En una encuesta similar realizada en el año 2000 en
Francia24, un año después que la española, un hecho sólo se calificaba como
agresión cuando se contestaba afirmativamente a tres de los interrogantes de los
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24 Encuesta «Nombrar y contar las violencias hacia las mujeres», de Maryse Jaspard y el
equipo Enveff encargada por el secretariado de derechos de las mujeres y realizada por teléfono entre
marzo y julio del 2000 con una muestra representativa de 6.970 mujeres El trabajo de campo de
La Macroencuesta 2000 se hizo entre marzo y julio de 1999. Las cuestiones planteadas en dicha encuesta
eran muy parecidas a las españolas, aunque abarcaba todo tipo de agresiones y no sólo las de
ámbito doméstico (Badinter 2004: 17-18).
que constituían presiones psicológicas, teniendo que ser una de las respuestas
«frecuente» (Badinter 2004: 32-34).
La idea de distinguir entre uno u otro tipo violencia mediante diferentes definiciones
de la misma no es exclusiva del maltrato. En los estudios de acoso realizados
en el contexto europeo se pregunta, de forma similar, además de directamente
por el acoso sufrido, indirectamente por situaciones de acoso recogidas
en una batería de preguntas en las que no se lo menciona de forma explícita.
«Mientras que hay bastante coincidencia en la acotación del “núcleo duro del
acoso” —como las agresiones físicas o el chantaje sexual25—, no sucede lo
mismo cuando se pretende medir ciertas situaciones del llamado acoso ambiental26.
Dentro de esta amplia categoría se pueden incluir desde miradas y chistes
obscenos hasta el contacto físico indeseado. Y dado que no hay una línea divisoria
férrea entre ciertas conductas sexistas y el acoso sexual, los datos finales
variarán en función de lo que se incluya en la categoría de acoso: cuanto más detallada
y exhaustiva sea la recopilación de experiencias y conductas, más elevados
serán los resultados» (Pernas y Ligero 2003: 135). La consecuencia, en
ambos casos, es que los episodios de violencia así registrados son mucho más
numerosos.
En el caso de la Macroencuesta 2000, las cifras engordan más que la encuesta
nacional francesa por el criterio de incluir como maltrato técnico una sola
de las respuestas que se haya respondido como «a veces»: «Las mujeres Tipo A
son aquéllas que hemos considerado maltratadas por haber respondido “frecuentemente”
o “a veces” a, al menos, una de las trece frases escogidas de las
veintiséis sobre las que se ha recabado información» (Instituto de la Mujer
2000: 8). De ahí las millonarias cifras que se manejan.
No es de extrañar, por tanto, que este tipo de formulaciones genere en la
prensa grandes titulares referidos a los malos tratos, ya sin matizar si se trata de
situaciones graves de violencia o de insultos y agresiones verbales muy imaginables
en situaciones de pareja, por no mencionar las violencias que se salen de
dicho marco27. La pauta para dicho tratamiento viene trazada ya por la propia dinámica
del Instituto de la Mujer, que aunque en algún momento suaviza la fórmula
al hablar de «cierto grado de violencia» o incluso de «vejaciones», el
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25 El chantaje sexual se produce cuando «la negativa o el sometimiento de una persona a dicha
conducta se utiliza (en forma explícita o implícita) como base para una decisión que tenga efectos
sobre el acceso de dicha persona a la formación profesional o al empleo, sobre la continuación en
el mismo, los ascensos o cualesquiera otras decisiones relativas al empleo, obtención de una condición
laboral o cese en el mismo» (Rubinstein 1987).
26 El acoso ambiental se produce cuando la conducta de naturaleza sexual crea para quien la recibe
un ambiente «humillante, hostil e intimidatorio» (Ibid.).
27 «Violencia doméstica/primeros datos de una macroencuesta a 20.000 mujeres. Cerca de
650.000 españolas son víctimas en la actualidad de malos tratos. Más de dos millones dicen haberlos
padecido en algún momento de su vida», El Mundo, Sociedad, viernes, 4 de febrero de 2000
(cursiva nuestra). «Más del 11 por ciento de las españolas mayores de 18 años sufre malos tratos»,
ABC, Madrid., 17-12-2002. «Casi dos millones de españolas son víctimas de la violencia doméstica
», El País, 18 de diciembre de 2002, Sociedad, p. 28.
caso es que en lugares principales —objetivos y conclusiones— aparece sin
matizaciones que se pretende «cuantificar los actos de malos tratos contra las
mujeres... en el ámbito doméstico» (Ibid.: 3. Cursiva nuestra). ¿Es que acaso son
todos de la misma naturaleza?
Sin duda, esta falta de matización a la hora de producir y presentar los datos
favorece que incluso instancias habitualmente precavidas a la hora de manejar
los datos que avalan sus denuncias como es Amnistía Internacional no reparen en
grados de violencia cuando hablan de utilizar las leyes en los casos de las denuncias
de las mujeres. En concreto, Amnistía acude a las cifras de las Macroencuestas
de 2000 y 2002 para contrastar el número de maltratadas con las escasas
denuncias que en relación a ese número observa: «... las mujeres que
denuncian los abusos sufridos, a pesar de ser un porcentaje cada año mayor
(73.109 mujeres), sigue siendo una minoría respecto del total de mujeres que sufren
violencia de género» (entre 1.800.000 y 2.000.000 según oscilaciones de las
encuestas citadas de 2000 y 2002)28 (cursiva nuestra) (Amnistía Internacional
2006: 13). Si Amnistía reflexiona sobre la necesidad de acudir a la ley será porque
está pensando que las circunstancias son lo suficientemente graves como
para ello, y sin embargo estos grandes números esconden situaciones de patente
mala educación, agresiones verbales y abusos de poder pero que no todas indican
necesariamente «actos de malos tratos», contrariamente a lo que dice la
Macroencuesta. «La extensión del concepto de violencia a las agresiones verbales
y a las presiones psicológicas... abre la puerta a cualquier interpretación»
—señala Badinter (2004: 32)—. En la Macroencuesta, reconocerse indirectamente
como maltratada no gradúa por su gravedad las conductas incluidas bajo
tal epígrafe respecto a las que se autodeclaran como maltratadas; fundamentalmente
indica, como ya hemos comentado, el grado de autoconciencia.
3.3. La amalgama de sexismo y maltrato
La encuesta adolece de preguntas que mezclan en su formulación sexismo
con maltrato, cuando no son lo mismo las actitudes sexistas —reflejadas en algunas
de las preguntas— que el maltrato psicológico y menos aún que la violencia
física, letal o no.
Dado, pues, que no hay una línea divisoria clara entre ciertas conductas sexistas
y el maltrato en este caso –como también sucede en las situaciones de acoso-
se efectúa de nuevo una amalgama que engrosa las cifras. Con ello se hace,
por lo pronto, un flaco favor a quienes realmente están sufriendo violencia porque
se está metiendo en el mismo saco el sexismo—que existe hasta en las me-
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28 Amnistía Internacional, Más derechos, los mismos obstáculos, Amnistía Internacional España,
junio de 2006, p. 13. Bajo el título del informe se puede leer: «La protección efectiva de los
derechos humanos de las mujeres un año después de la plena entrada en vigor de la Ley de Medidas
de Protección Integral contra la Violencia de Género».
jores familias— y el maltrato. Por otra parte, la no distinción entre uno u otro
factor puede dar pie a presuponer que se está implicando que el sexismo conduce
siempre a la violencia: para que haya violencia de género tiene que haber previamente
sexismo pero la inversa no tiene por qué cumplirse—todo machista no
es necesariamente violento—. Si esto fuera así la gran mayoría de las mujeres
que tienen/han tenido parejas heterosexuales, en cuyo seno se dan habitualmente
mayores o menores dosis de sexismo, serían mujeres maltratadas. Se
produce de esta manera un error metodológico frecuente en las ciencias sociales
como es el de suponer relaciones de causa-efecto en todos los casos de la población
estudiada, lo cual no se corresponde con la realidad. Mutatis mutandis
podemos ejemplificarlo con lo que sucede a menudo cuando se habla del proceso
que conduce a la drogadicción: los expertos y desde las instituciones nos presentan
una especie de camino inexorable (Osborne 1990: 72) que va desde el uso
del cannabis –considerada droga blanda- a las drogas tachadas de duras —cocaína
y heroína, entre otras—. Se nos presenta una parte de los datos –en algunos
casos el recorrido va en efecto de una droga a la otra- por el todo, cuando en
realidad el consumo del cannabis y de otro tipo de drogas se mantienen independientes
entre sí en la gran mayoría de los casos. En el tema que nos ocupa, en
primer lugar se mezclan sin explicación convincente bajo el leit-motiv de «todo
es violencia» situaciones —insultos, sexismo, maltrato psicológico y violencia
física—que son cualitativamente diferentes entre sí. En segundo lugar, implícitamente
la Macroencuesta presenta como ineludible la escalada de hechos menos
graves a los más graves en una relación de causa a efecto cuando ello es sólo
parcialmente cierto. Se presentan como el todo las correlaciones estadísticas significativas
en sentido directo del tipo «el sexismo se correlaciona con violencia»,
lo cual invisibiliza la parte que corresponde a las de sentido inverso tipo «el sexismo
no se correlaciona con violencia».
Mayores precisiones conceptuales nos ayudarían a evitar estas confusas
mezclas, imposibles de resultar operativas en los terrenos de legislación, educativas,
de salud y políticas públicas. Muchas de las cuestiones que las macroencuestas
denominan maltrato técnico coinciden con las que Luis Bonino, combinando
una perspectiva foucaultiana con planteamientos feministas de género y
las prácticas de terapeutas familiares feministas, ha denominado «micromachismos
»: «las microviolencias —a las que he dado en llamar micromachismos—
son pequeños, casi imperceptibles controles y abusos de poder cuasi
normalizados que los varones ejecutan permanentemente... Son formas de dominación
“suave”... Son de uso reiterado aún en los varones “normales”, aquéllos
que desde el discurso social no podrían ser llamados violentos, abusadores o
especialmente controladores o machistas», que los emplean para perpetuar la situación
de dominación sobre las mujeres que la cultura tradicional asigna a los
varones (Bonino Méndez 2005: 87-88). La intención de Bonino es visibilizar estas
conductas como un primer paso en la quiebra de las relaciones de dominio y
la posterior andadura hacia unas relaciones más igualitarias. Se trata de dar herramientas
a los terapeutas para desactivar estos mecanismos de opresión. La de-
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tección para prevenir situaciones de maltrato por medio de vías educativas y terapéuticas
puede complementar a la vía judicial, tan en boga en nuestro entorno.
Queda claro que hay mucho más machismo que violencia, pero puesto que se
observa que las situaciones de maltrato se generan en un proceso y no de la noche
a la mañana, resulta esencial la detección de situaciones tempranas de abuso—
como proponen Bonino y muchos otros profesionales— en el sistema primario
de salud. El objetivo es paliar sus efectos vía talleres reeducativos o
terapéuticos, sin tener que esperar a situaciones más graves, donde necesariamente
ha de intervenir la vía penal. Pero para ello se ha de partir de que no todo
el micromachista será un maltratador más allá de su machismo recalcitrante.
3.4. ¿Violencia en el ámbito doméstico, contra las mujeres, de género?
Por otra parte en la Macroencuesta se investiga sobre la violencia en el ámbito
doméstico, que incluye la de parejas y exparejas pero también la de otras
personas del hogar—hijos/as propios o de las parejas, padre/madres y respectivas
parejas, suegros e idem, hermanos-as/cuñados-as, otras personas de la familia
y otras personas no familiares—. Aunque los porcentajes por uno u otro
concepto se presentan por separado en el interior del trabajo, el caso es que, de
nuevo, a la hora de las grandes cifras todo se amalgama en «violencia en el ámbito
doméstico», lo cual si bien conceptualmente es correcto se presta a confusión
si no se detallan bien los porcentajes respectivos. Y no estamos hablando de
casos anecdóticos: entre las mujeres consideradas «técnicamente» como maltratadas,
la mayor parte de los actos de violencia son causados por la pareja
(74,2%), cifra que baja en las mujeres que se declaran maltratadas (52%), pero
todo lo no englobado en esas cifras corresponde a otro tipo de relación más allá
de la erótico-afectiva (Instituto de la Mujer 2000: 64).
De hecho, la Ley Integral no ampara en su concepción de la violencia de género
la producida más allá de las parejas y exparejas masculinas, o sea, que la
considera sustancialmente diferente. Sin embargo, los porcentajes sobre la procedencia
de esta violencia diferenciada por quién la produce se obtienen con las
mismas preguntas que las que catalogan la violencia de género. Cabría entonces
preguntarse: ¿qué es lo que distingue a estos dos tipos de violencia? El resultado
–los efectos- es el mismo: lo que las diferencia es quién la produce. Pero sin embargo
a la hora de presentarlas se mezcla en un todo con el latiguillo «casi dos
millones de mujeres sufren maltrato...».
Abundando en la pregunta: ¿es esto violencia de género? la respuesta es matizable
si, por ejemplo, trazamos una divisoria respecto de quiénes causan la violencia
en función del sexo –una parte de esta violencia es causada por mujeres-
. El único porcentaje que a la hora de los resultados es desagregado por sexo es
el de la violencia producida por los padres y por las madres; pues bien, la violencia
generada por las madres representa el 11,4% en cuanto al maltrato declarado
se refiere, lo que equivale a 72.960 casos (frente a 70.400 de violencia por
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parte del padre) y un 12,8% cuando, siguiendo los criterios de la Macroencuesta,
el concernido es el maltrato técnico, lo que en cifras absolutas significa la
nada despreciable cifra de 238.720 mujeres (251.775 si el maltratador es el padre)
que manifiestan algún tipo de maltrato por parte de sus madres.
Podemos, pues, preguntarnos si es una violencia dirigida hacia mujeres por
el hecho de ser mujeres para sojuzgarlas en tanto que tales o queda mejor explicada
esta violencia por las diferencias de poder —por ejemplo la que va de padres/
madres a hijas—o la falta de autoridad—de las madres respecto de los hijos/
as—. Pero entonces, ¿cómo la denominamos? Y hecha la pregunta al revés,
¿qué es lo específico de la violencia de género que hace que todas estas violencias
se excluyan de una ley que trata de proteger a las mujeres? María José
Aguado, directora de un importante estudio sobre violencia escolar elaborado entre
la Universidad Complutense y el Instituto de la Juventud, comentaba las semejanzas
entre la violencia escolar y la violencia machista: «las dos se fundamentan
en un modo de relación basado en el dominio y en la sumisión»,
añadiendo que en su estudio, los agresores justificaban más la violencia machista
y racista29. Volviendo al caso que nos ocupa, ¿se trata de proteger a las mujeres
de toda la violencia que reciban, o hay una jerarquía en el tratamiento hacia la
violencia no por sus efectos—igual de «violentos» en los dos casos—sino por
de dónde proviene? ¿Le duele más a una mujer el golpe o el insulto que le produce
su hija o su hijo, su padre o su madre que el que le produce su novio o marido?
3.5. Violencias perpetradas por mujeres
Esto nos da pie a introducir uno de los temas tabúes sobre la violencia entre
personas que conviven y es el de las violencias perpetradas por mujeres, en primer
lugar contra otras mujeres. Todos los datos que se manejan públicamente
para denunciar la violencia de género se enfocan siempre hacia la violencia de
hombre a mujer. ¿Qué pasa con la violencia de mujer a mujer, sea de madres a
hijas—abundante, como se desprende de los datos presentados—, de mujeres en
parejas de lesbianas o entre chicas en los casos de acoso escolar? ¿Cómo la clasificamos?
Si hablamos de violencia de género, es decir, la que se produce entre
hombres y mujeres «en relación de pareja», ¿cómo calificaríamos la violencia física
o el maltrato psicológico que producen las mujeres hacia los hombres—en
pareja o con otro grado de parentesco—y los hijos varones? Las cifras—«menores
» al lado de las grandes cifras que corresponden a la violencia de hombre a
mujer—nos hablan de la violencia femenina, pero sin embargo a la hora del manejo
de los datos por los expertos y, de paso, en el imaginario público, parece
como si no existiera violencia por parte de las mujeres. ¿Qué sucede, pues, con
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29 Ana Alfageme, «M. José Díaz-Aguado/Experta en acoso escolar. Violencia escolar y machista
son similares», El País, domingo 15 de mayo de 2005, Sociedad, p. 39.
esta violencia, que se da de mujer a hombre, hacia otras mujeres, hacia las personas
mayores, hacia la infancia? Que los resultados de esas cifras menores no
vengan desagregados en las Macroencuestas indica la falta de voluntad de investigar
ese tipo de violencia. Que en la de 2000 el 48% de las mujeres que se
declaran maltratadas lo sean no por su pareja sino por otros familiares resulta altamente
significativo. En el único supuesto en que este dato se ha desagregado
por sexo ya hemos comprobado la magnitud de las cifras. ¿Qué cifras obtendríamos
si se hubieran desglosado los demás supuestos? En la Macroencuesta
2006 el maltrato declarado era, como es lógico pensar, de nuevo causado mayoritariamente
por la pareja o ex pareja —un 57,3%—, pero si nos fijamos en
«otros familiares», se repite que el único porcentaje desagregado por sexo es el
maltrato causado por los padres —un 6,8%— y por las madres —un 7,9%—,
que en cifras absolutas representa 53.510 mujeres que se declaran maltratadas
por sus progenitoras. Si realizamos el mismo cálculo para las que el estudio conceptúa
como maltratadas técnicamente, las cifras ascienden a 175.123 mujeres
(el 9,8% de las 1.786.978 mujeres maltratadas técnicamente). No parecen cifras
desdeñables. Sin embargo, en la parte extractada que ha realizado el Instituto de
la Mujer respecto del Informe completo, el tema se despacha de la siguiente manera:
«Entre el total de las mujeres residentes en España de 18 ó más años, el
7,2% son mujeres consideradas “técnicamente” como maltratadas, y lo son por
su pareja o expareja. Este porcentaje es menor que el obtenido hace cuatro
(8,7%) y siete años (9,0%).
La proporción de maltrato técnico causado por otras personas del hogar
no alcanza en ningún caso al 2,0% de la población femenina mayor de edad.
En cuanto al maltrato declarado, según se observa en el gráfico siguiente,
el 2.1% del total de mujeres de 18 años ó más son mujeres que se declaran
maltratadas por su pareja/ex marido/ex pareja, proporción algo más baja que
la obtenida en 2.002 (2,3%).
El maltrato declarado causado por otras personas del hogar no sobrepasa,
enningún caso, el 1,0%.
Se puede concluir, pues, que la persona causante de la violencia doméstica
es, en la mayoría de los casos, la pareja (ya sea la actual o el ex marido/ex
pareja). Con respecto a hace cuatro años se produce una disminución de mujeres
que se declaran maltratadas por su pareja» (cursiva nuestra).
Como se ve, el interés del estudio se orienta a expresar la disminución del
maltrato a lo largo de los años y a minimizar la importancia de las otras violencias—
las que no proceden de la pareja—.
En parecida línea, en el estudio comparativo por parte del Centro Reina
Sofía para el Estudio de la Violencia se afirma que «como la violencia de género
contra el hombre no es numéricamente significativa, habitualmente la expresión
“violencia de género” se refiere sólo a la violencia contra la mujer. Así lo
haremos también aquí» (cursiva nuestra), y no se menciona ninguna cifra que no
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responda a este criterio30. A nuestro juicio se podría haber señalado que las
cantidades de una y otra violencia no son comparables31, de igual modo que la
violencia de mujer a hombre no viene amparada por una ideología que apoya la
dominación y el control a los hombres por parte de las mujeres, sin que ello rebajara
un ápice la gravedad de la violencia de hombres a mujeres. De hecho, la
realidad es muy tozuda en cuanto a la ideología que apoya la dominación de género:
en un estudio realizado por María José Varela se analizaban 600 sentencias
relativas a delitos contra la vida, malos tratos, agresión sexual, impago de pensiones
y amenazas. «Por lo general» —según la investigación— «cuando son
ellos los autores del delito, las penas son más reducidas y las circunstancias atenuantes
se aplican con mayor frecuencia, mientras que en los casos en que el sujeto
activo es una mujer, las penas suelen aplicarse en su extensión más alta y las
eximentes se toman en cuenta en contadas ocasiones»32.
Cuando se analiza la violencia de mujer a hombre es evidente que la violencia
física es mucho menor en estos casos, y cuando se produce, a veces es una
violencia defensiva, pero no siempre. Nos referimos aquí a la violencia que se
hace por sadismo, de forma consciente y para hacer daño. Algunos estudios que
sí han analizado la cuestión hablan de que las mujeres son tan protagonistas
como los hombres en el maltrato psicológico (García Quesada y Gomáriz Moraga
2004: 6-8). Las cifras de violencia hacia personas ancianas y niños son muy altas,
y quienes en medida abrumadora cuidan a estos colectivos son mujeres. Así
pues, la casuística nos muestra que hay mujeres que maltratan a su descendencia,
matan a maridos33 e incluso a hijos34 y apoyan la violencia en las guerras35,
como en el genocidio de Ruanda, en el que de los 120.000 acusados, 3.564 son
mujeres (Badinter 2000: 83); torturan, como hemos visto en la cárcel iraquí de
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30 Centro Reina Sofía (ed.) (2007) II Informe Internacional. Violencia contra la mujer en las
relaciones de pareja (estadísticas y legislación) (2007) Serie Documentos (vol. 11) http://www.
centroreinasofia.es/
31 Esto, no obstante, resulta mucho más claro si lo referimos a la violencia física y la sexual; la
violencia psicológica hay que tratarla con más matices. Vid. García Quesada y Gomáriz Moraga
(2004).
32 Marta Costa-Pau, «Severidad judicial con las mujeres», El País, Domingo, 5 de enero de
2002.
33 «Una mujer mata a su marido y lo entierra en un cortijo en Almería», El País, 10 de diciembre
de 2005, Sociedad, p.26. «Una mujer degüella con un bisturí a su compañero sentimental
en Girona» (subtítulo de la noticia), El País, 3 de enero de 2006, Sociedad, p. 32. «Un hombre muere
apuñalado por su mujer en Toledo», El País, 13 de mayo de 2006, Sociedad, p. 32.
34 «Perder la vida a manos de los padres», El País, 21 de marzo de 2006, Sociedad, p. 46. Se
describen los resultados de un estudio pionero en España realizado por la psicóloga clínica y forense
Rosa Sáez Codina en la Universidad Autónoma de Barcelona sobre 31 sentencias judiciales de casos
de filicidio con 42 víctimas. El estudio encontró que, generalmente, actúa un solo agresor, que
en el 47,6% de las veces es la madre.
35 Como señala la historiadora británica Joanna Bourke, si las mujeres apenas han podido
manejar directamente las armas, sí han podido imaginarse vicariamente en tal situación, sin los problemas
de conciencia que pueden llegar a plantear a los combatientes los actos de crueldad (Bourke
1999).
Abu-Grahib y antes ya nos enseñó el nazismo (Ibid.: 80-83)36; y, además, en las
relaciones de pareja ejercen la violencia psicológica. Las agresiones por parte de
los adolescentes, que está cobrando protagonismo en los últimos tiempos, incluye
asimismo a las chicas, casi siempre contra otras chicas37 . Del mismo modo, en
las relaciones de pareja comienza a aflorar la violencia entre mujeres38.
Es decir, las mujeres pueden ser también muy violentas, a veces con violencia
física directa, muchas otras con violencia más sutil, psicológica. Una pregunta
central que nos debemos hacer en relación a la Macroencuesta sería la siguiente:
si hablamos de violencia en el ámbito doméstico como se hace en la
Macroencuesta, ¿qué pasaría si se hacen las mismas o parecidas preguntas a los
hombres?39 ¿Cuántas respuestas positivas sobre violencia ejercida de mujer a
hombre obtendríamos si aplicamos los mismos criterios de cuantificación? Por
parte del Instituto de la Mujer se proclama como una de las principales virtudes
confesas del trabajo de 2000 (Instituto Mujer 2000: 3) la disposición por primera
vez de información sobre malos tratos referidos a toda la población femenina
mayor de edad. No hay el menor asomo de duda de la justeza de entrevistar sólo
a mujeres, máxime que se ha hecho comparando a las maltratadas con el conjunto
de la población femenina, pero nos tememos que la evidencia muestra que
la violencia, sobre todo la psicológica, es patrimonio de ambos sexos40. Sólo preguntar
a las mujeres y no a los hombres por la violencia que reciben parece estar
presuponiendo como punto de partida que las mujeres son incapaces de maltrato
y sin embargo hemos desgranado su capacidad para diversos tipos de violencias;
con esta estrategia se sobreentiende de paso que los hombres son los únicos
victimarios y que las mujeres sólo pueden ser víctimas—y nunca victimarias—;
si no, ¿por qué no se intenta medir su potencial maldad?
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36 En España, en el caso de las agresiones grabadas en vídeo en una comisaría catalana, también
aparecían dos mujeres policía «agrediendo» a una detenida. «Un vídeo policial muestra la agresión
de dos “mosses” a una detenida en comisaría. (Subtítulo) Una policía abofetea a una joven que aparece
esposada por la espalda y semidesnuda», El País, 31 de mayo de 2007, España, p. 31.
37 Un estudio realizado en la Comunidad de Madrid sobre 4.600 escolares de 222 aulas de la región
este mismo año (2005) señala que aunque su porcentaje es pequeño—6%—comparado con la
violencia general detectada, «el número de chicas con un comportamiento agresivo en las aulas se ha
duplicado». El País, martes 20 de septiembre de 2005, Madrid, pp. 1 y 3. Otra noticia de violencia
entre muchachas adolescentes señalaba que Klara G. C. murió por cuchilladas de dos compañeras de
Instituto en San Fernando, Cádiz. (Mención en El País, editorial, 17 de octubre de 2005, Opinión p.
14). Vid. Asimismo: «La policía investiga si el suicidio de una chica en Alicante se debió al acoso escolar.
Los padres denunciaron hace cinco meses a varias compañeras por agredirla», El País, 3 de
mayo de 200, Sociedad, p. 34. «El juez prohíbe a una niña de Elche acercarse al alumno al que agredió
en tres ocasiones», El País, 21 de noviembre de 2006, Sociedad, p. 34.
38 Maite Mateos, «Por el derecho al divorcio: la violencia en las parejas de mujeres lesbianas»,
Hika, 171/172, noviembre-diciembre de 2005, pp. 30-31. «Condenada una mujer a cinco meses de
cárcel por violencia contra su ex compañera», El País, 28 de diciembre de 2004, Sociedad.
39 Badinter realiza la misma demanda en relación a Francia, p. 96. Según su testimonio, la encuesta
Enveff «se refiere exclusivamente a la violencia que se inflige a las mujeres, y a nadie se le
ha ocurrido formularles preguntas similares a los hombres» (Badinter 2004: 91).
40 Es más, el prejuicio sexista suele afirmar que los hombres son más «noblotes» y directos y
que las mujeres son mucho más retorcidas psicológicamente.
4. REFLEXIONES FINALES
Persiste, pues, la tensión —bien que amable a estas alturas— entre los distintos
sectores implicados como actores sociales en lo que a las cifras de asesinatos
se refiere. Perduran los intereses divergentes, aunque las dos partes hayan
acercado posturas.
Desde las instituciones parece preferirse que no aparezca en la contabilidad
tanta violencia, se hable de muertas como de maltrato. Entre los posibles motivos
podemos apuntar que puesto que con la Ley Integral el Estado asume públicamente
su intervención como líder en el intento de contención de la violencia de
género, cobra en su haber tanto los éxitos como los fracasos en la aplicación de
dicha política. Una forma de medir tal cuestión es el aumento o la disminución
de las mujeres en situación de maltrato así como de las muertes de mujeres. En
los últimos años se ha efectuado una enorme labor para hacer aflorar la violencia
oculta, que incluye el recuento de las agresiones que reciben las mujeres, como
hemos narrado en estas páginas. En consecuencia, desde las Administraciones se
necesita tener cifras importantes para que sus políticas sean tomadas en serio. Sin
esta tarea no hay prevención ni intervención posibles, pero al mismo tiempo las
cifras han de ser grandes ma non tropo porque entonces pueden parecer un fracaso
de las tales políticas. El continuado desfase con las cifras de asesinadas obtenidas
por las feministas avala esta hipótesis, así como el énfasis de la última
Macroencuesta en la disminución de los números relativos al maltrato. En un
contexto de importantes críticas al funcionamiento de la Ley Integral, resulta lógico
que se prefiera no incluir todos los supuestos que desde los criterios feministas
aquí presentados supondría la ampliación de las cifras de muertes y de su
ámbito de intervención. Cabe reiterar, además, que si aumentan las cifras aumentan
los gastos. Igualmente, destacar la rebaja del número de maltratadas
apunta a subrayar el éxito de las políticas emprendidas.
Desde el feminismo y las ONG implicadas de una u otra forma en las cuestiones
que tienen que ver con la violencia de género y la aplicación de la Ley Integral
tiene sentido a su vez el continuo intento por ampliar los supuestos de la
estadística y de la cobertura por parte de la Ley Integral. Su política de presión
constante a la Administración ha contribuido al afinamiento de las estadísticas y
a incluir en ellas casos que quedaban indebidamente fuera de la siniestra contabilidad
de los asesinatos. Por otra parte, ello justifica su razón de existir y apunta
a la posibilidad de expandir su espacio de influencia, obtenido de forma muy
notable gracias a este ámbito de competencia y al éxito de su política de lobby.
El cuestionamiento constante de las cifras de muertes ha sido una forma, no
sólo de ajustar los datos a la realidad sino que ha tenido como resultado llevar la
discusión a la palestra pública y lanzar políticas. Del mismo modo, las Macroencuestas,
al igual que se ha hecho en las situaciones de acoso, apuntan a una
ampliación del concepto de agresión con parecidos resultados, con el interesante
objetivo —y efecto— añadido de sacar a la luz situaciones de subordinación
crónicas, ocultas incluso para las propias afectadas. Las cifras millonarias así ge-
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neradas engloban el sexismo profundo de estructuras sociales clave como son la
familia o el entorno laboral, pero la dificultad y la ausencia en suma de distinción
entre lo que sea sexismo en sentido amplio y violencia en sentido específico pervierten
a nuestro entender las potencialidades de dichas evidencias.
El sexismo debería ser empleado como un contexto explicativo de la agresión
pero no como una gradación de la misma. Mezclar todo en el mismo saco
desdibuja los matices de una problemática muy amplia y las prioridades en las
diferentes líneas de atención de las políticas públicas: las políticas de prevención
y las de atención de la violencia allá donde ésta se produce. Los ámbitos educativo
y sociosanitario de atención primaria corresponden más a la prevención
mientras que al ámbito jurídico y asistencial compete el castigo de la violencia y
sus secuelas de atención «integral» a las víctimas. Si bien es cierto que se están
haciendo esfuerzos en todos los terrenos de intervención, la acometida mediante
la vía penal de todas las situaciones donde se vislumbre alguna situación de
maltrato tal y como éstas son definidas en sentido amplio, y que en la práctica incluye
lo que Bonino denomina «micromachismos», crean un nuevo discurso que
se percibe mayoritariamente como jurídico-proteccionista, y que discurre de
arriba abajo desde el Estado a la sociedad, en detrimento de otros posibles enfoques
que incidieran sobre todo en las fases educativas y de autoconciencia de
la problemática que afecta a tantas mujeres41.
Algunas de las medidas emprendidas como la activación de los recursos públicos
sólo si media denuncia legal merecen una atención particular. Ello significa
que es posible que haya quienes recurran a este mecanismo legal aunque a lo
mejor no lo tengan tan claro si quieren entrar en el circuito de las medidas de
protección y demás mecanismo prescritos en la Ley Integral. Quizás esto ayude
a explicar la retirada de muchas de las denuncias, la no solicitud de las órdenes
de alejamiento o su incumplimiento frecuente por parte de las víctimas o la negativa
a ratificar declaraciones previas, fruto del fragor de la disputa que haya
servido de detonante en ciertos casos. Supone por otra parte, como ya hemos indicado,
alzaprimar la vía penal frente a la vía sociosanitaria en el ámbito de la
detección precoz de las situaciones de abuso, como argumentan a menudo los
profesionales de estos ámbitos (Ruiz-Jarabo Quemada y Blanco Prieto 2005).
En el terreno que compete más directamente a las ciencias sociales cabe resaltar
las implicaciones metodológicas de ciertas decisiones. Es evidente que si no
hay preguntas no hay respuestas.Macroencuestas que sólo preguntan a las mujeres
—y no a los varones—no permiten ajustar entre los sexos las situaciones reales de
maltrato «técnico» no ya sólo en el seno de la pareja sino en el más amplio ámbito
de lo doméstico. Amalgamar todas las agresiones sin puntualizar a la hora de
presentar los resultados contribuye a reforzar indebidamente la ya de por sí grande
cifra de los hombres maltratadores y a invisibilizar otras violencias que las mujeres
no sólo padecen sino que también cometen. Matizar los resultados rompería
la visión exclusivamente victimista de las mujeres cuya contrapartida ineludible es
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41 Vid. En esta línea a Larrauri (2007) y Maqueda (2007).
la (excesiva) demonización de los varones. Como ya hemos señalado, en todo maltrato
de hombre a mujer entendemos que hay sexismo pero no todo sexismo deriva
hacia una situación de violencia. Con todo, el sexismo no es el único fundamento
de la violencia ni de pareja ni en el ámbito familiar. En las situaciones en las
que las mujeres cometen abusos o agresiones no habrá sexismo—que conecta con
una situación social de dominación crónica de un sexo hacia el otro—pero sí una
lógica de dominio y de control muy parecida, aunque sin el refuerzo social comentado.
Cuando las circunscribimos a las relaciones de pareja desde luego que se
juxtaponen con el ámbito de «las relaciones de género». Afrontar conceptualmente
estas situaciones sigue siendo necesario porque podría ayudar a acercar las
medidas que se emprendan a las situaciones «realmente existentes».
En los últimos años ha tenido lugar la coincidencia entre la parte más visible
del discurso feminista —y las organizaciones correspondientes— con las políticas
institucionales. El esfuerzo constante y reiterado de presentar a las mujeres
primordialmente como víctimas—y a los varones como victimarios como obligada
contrapartida— acucia la pregunta: ¿dónde queda en el planteamiento actual
la agencia de las mujeres? Colapsar sexismo y violencia ha hecho cobrar excesivo
protagonismo al ámbito jurídico, confiándose en exceso en su potestad
para erradicar la violencia. Va siendo quizás hora de que las mujeres confíen,
además, en su propia agencia.
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RESUMEN
Desde finales de los años noventa del pasado siglo, cuando en España se
tomó conciencia sobre la gravedad del fenómeno de la violencia de género, las
Administraciones Públicas, empujadas por el feminismo, han ido afinando las
herramientas conceptuales y estadísticas a fin de lograr la contabilidad imprescindible
para la intervención pública. A partir de lo que se incluya bajo esta rúbrica
se ha de distinguir entre «la violencia de género» y «las cifras de la violencia
»: entre la definición «abstracta» de la violencia y las cifras median los
«indicadores» de qué se considera violencia, y ello depende en buena parte, en
primer lugar, de la toma de conciencia del problema y, en segundo lugar, de los
diversos intereses en liza; en definitiva, es una cuestión política. En el presente
artículo analizaremos las razones de sucesivas ampliaciones de las cifras de la
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violencia y revisaremos críticamente algunas de las transformaciones conceptuales
que las han acompañado.
PALABRAS CLAVE
Violencia de género, cifras de la violencia, Instituto de la Mujer, feminismo,
macroencuesta.
ABSTRACT
From the end of the last century Spain became conscious of the seriousness
of gender violence. Thereafter and under the influence of feminism, the Establishment
set conceptual and statistical tools to reach the necessary accounting to
undertake public policies. According to what is included in the definition of violence
it might be necessary to distinguish between «violence» and the «violence
data»: in between we find the «indicators» of what is meant by violence. This
depends, on the one hand, of the consciousness of the problem; on the other
hand, of the different interests involved. In sum, it is a political issue. In this article
we will analyse the reasons behind the constant broadening of violence
data. We will also revisit with a critical vision some of the conceptual changes
which have taken place.
KEYWORDS
Gender violence, violence data, Women’s Institute, feminism, macrosurvey.
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ALICIA PULEO: FILOSOFÍA CONTEMPORÁNEA Y SEXUALIDAD

El carácter de construcción cultural que posee la sexualidad se hace patente en el examen de estos diferentes momentos del discurso puesto que cada uno asigna en cada caso diversos valores y distintas interpretaciones a las prácticas sexuales. Pero además, como ya he tratado de sugerir, las sucesivas conceptualizaciones y valoraciones de la sexualidad no pueden ser plenamente comprendidas en su sentido profundo si no se las considera un discurso correlativo a la crisis de las relaciones entre los sexos. El surgimiento de las primeras reivindicaciones feministas organizadas coincide con un interés creciente por la sexualidad. ¿Versión laica de la antigua identificación religiosa de la mujer al sexo? ¿Simple interrogar sobre las bases del poder masculino? ¿Nueva estrategia en la política del patriarcado? Quizás corresponda, por el momento, concluir con estas preguntas.

PULEO, Alicia H., Filosofía contemporánea y sexualidad, Cabildo Insular de Gran Canaria, Área de Debates y Literatura, 1993, Seminario marzo mujer, edición limitada a 200 ejemplares, nº 5, 11 hojas.

sábado, 29 de noviembre de 2008

ANN JÓNASDOTTIR: EL PODER DEL AMOR

Las mujeres y los hombres, y los individuos como seres sexuales en general, se relacionan mutuamente en el proceso específico de producción (y reproducción) de la vida. En este proceso somos (como seres sexuales con género), a la vez, los agentes productivos y los productos. Y en este proceso nuestros cuerpos y mentes humanos y vivos son tanto la materia prima (que en este caso es social por naturaleza) como los medios de producción. Lo que los hombres controlan y explotan en este modo de producción principalmente no es el trabajo de las mujeres y el poder del trabajo, sino el amor de las mujeres y el poder de vida resultante de él. El producto específico, el resultado de este proceso de la práctica humana, que los hombres se apropian incomparablemente más y de modo diferente a como lo hacen las mujeres, no es de naturaleza directa o principalmente económica. El producto sexo/genérico específico no es una plusvalía mensurable en dinero o capital. Es, digámoslo así, plusvalía de dignidad genérica, que constituye un legítimo poder de acción socio-existencial. Esta plusvalía de poder se usa (consume) para los logros y acumulaciones de control genérico en las actividades económicas, políticas y otras actividades sociales. La forma colectiva y estructurada de este poder masculino debe definirse en términos de Herrschaft o autoridad en sentido weberiano.


JÓNASDOTTIR, Anna G., El poder del amor. ¿Le importa el sexo a la Democracia?, Madrid, Cátedra, 1993, Feminismos nº 13, ISBN: 84-376-1189-X, 359 pp., pág.: 70-1.

jueves, 27 de noviembre de 2008

MARÍA ZAMBRANO: ANDALUCÍA SUEÑO Y REALIDAD. DOS FRAGMENTOS SOBRE EL AMOR

ANDALUCÍA SUEÑO Y REALIDAD
“DOS FRAGMENTOS SOBRE EL AMOR”

I


Una de las indigencias de nuestros días es la que al amor se refiere. No es que no exista, sino que su existencia no halla lugar, acogida en la propia mente y aun en la propia alma de quien es visitado por él. En el limitado espacio que en apariencia la mente de hoy abre a toda realidad, el amor tropieza con barreras infinitas. Y ha de justificarse y dar razones sin término, y ha de resignarse por fin a ser confundido con la multitud de los sentimientos, o de los instintos, si no quiere ese lugar oscuro de “la libido”, o ser tratado como una enfermedad secreta, de la que habría que liberarse. La libertad, todas las libertades no parecen haberle servido de nada, la libertad de conciencia menos que ninguna, pues a medida que el hombre ha creído que su ser consistía en la conciencia y nada más, el amor se ha ido encontrando sin espacio vital donde alentar, como pájaro asfixiado en el vacío de una libertad negativa.

II

El amor trasciende siempre, es el agente de toda trascendencia. Abre el futuro; no el porvenir, que es el mañana que se presupone cierto, repetición con variaciones del hoy y réplica del ayer. El futuro, esa apertura sin límite, a otra vida que se nos aparece como la vida de verdad. El futuro que atrae también a la Historia.
Mas el amor nos lanza hacia el futuro obligándonos a trascender todo lo que otorga. Su promesa indescifrable descalifica todo logro, toda realización. El amor es el agente de destrucción más poderoso, porque al descubrir la inanidad de su objeto, deja libre un vacío, una nada aterradora al principio de ser percibida. Es el abismo en que se hunde no sólo lo amado, sino la propia vida, la realidad misma del que ama. Es el amor el que descubre el no-ser y aun la nada.


ZAMBRANO, María y ORTEGA Y GASSET, José; Andalucía sueño y realidad, Granada, E.A.U.S.A., 1984, ISBN: 84-7587-011-2, 250 pp., pág.: 83 y 88.
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CLAROS DEL BOSQUE

Y así se corre por los claros del bosque análogamente como se discurre por las aulas, de aula en aula, con avivada atención que por instantes decae -cierto es- y aun desfallece, abriéndose así un claro en la continuidad del pensamiento que se escucha: la palabra perdida que nunca volverá, el sentido de un pensamiento que partió. Y queda también en suspenso la palabra, el discurso que cesa cuando más se esperaba, cuando se estaba al borde de su total comprensión. Y no es posible ir hacia atrás. Discontinuidad irremediable del saber de oído, imagen fiel del vivir mismo, del propio pensamiento, de la discontinua atención, de lo inconcluso de todo sentir y apercibirse, y aun más de toda acción. Y del tiempo mismo que transcurre a saltos, dejando huecos de atemporalidad en oleadas que se extinguen, en instantes como centellas de un incendio lejano. Y de lo que llega falta lo que iba a llegar, y de eso que llegó, lo que sin poderlo evitar se pierde.

ZAMBRANO, María; Claros del bosque, Barcelona, Seix Barral, 1993, ISBN: 84-322-3039-1, 159 pp., pág.: 17.

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DE LA AURORA


Ya que sólo el corazón, o aquello que lo profetice o configure, puede llorar por lo que nunca ha visto, puede echar de menos lo que sabe que nunca verá, el nacimiento sin más de la vida aquí, ha debido de ser así un llanto, un clamor, piedras que gimen, indecible dolor hasta que se forma o nace algo sin nombre aún, pues que lenguaje no lo hay; llora y se retuerce como ciertas ortigas, que tan malas dicen que son, se retuercen cuando las queman sin razón. Curiosamente los que viven en los campos saben que allí donde nacen ortigas, las detestadas ortigas, es índice cierto, señal de la inmediatez de una habitación humana, y por poca memoria que un ser viviente tenga no es concebible que la ortiga no sienta, o sepa de algún modo que será quemada por un ser al que ella obstinadamente se apega, inocentemente ha de ser. Y ella, la ortiga, no pide nada, no come ni mínimamente como la hormiga, no bebe ni gota de agua, crece, eso sí, crece hacia arriba, no se arrastra; se convierte, si la dejan, en arbusto, siempre apegada a la ventana, a la rendija inclusive, donde habita la luz humana dispuesta siempre a quemarla.


ZAMBRANO, María; De la aurora, Madrid, Turner, 1986, ISBN: 84-7506-184-2, 128 pp., pág.: 17.

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DELIRIO Y DESTINO

Pero todo lo que se ama se hace enigmático, se vuelve incomprensible. Y basta con atender demasiado intensamente a algo para que se produzca una especie de mezcla, de confusión como si quisiéramos entrar en ello demasiado directamente, como si hasta las criaturas naturales se defendiesen de este interés humano… En la misma naturaleza, cuando se espera ver un paisaje y se lo mira, se convierte en algo como pintado, opaco; la atención excesiva rompe esa comunicación espontánea que se acrecienta en la simpatía y que es comprensión sin análisis. Y el paisaje entrevisto al despertar, y la persona ajena cuando todavía no sabemos lo que nos trae y hasta nosotros mismos, nuestra alma cuando la dejamos salir, todo cuando estamos desasidos cobra una luz de primavera, clara y se aligera y llega a rondar la transparencia.


ZAMBRANO, María; Delirio y destino, Madrid, Mondadori, 1989, ISBN: 84-397-1476-9, 296 pp., págs.: 31 y 32.

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El AGUA ENSIMISMADA

Para Edison Simons

El agua ensimismada
¿piensa o sueña?
El árbol que se inclina buscando sus raíces,
el horizonte,
ese fuego intocado,
¿se piensan o se sueñan?
El mármol fue ave alguna vez;
el oro llama;
el cristal, aire o lágrima.
¿Lloran su perdido aliento?
¿Acaso son memoria de sí mismos
y detenidos se contemplan ya para siempre?
Si tú te miras, ¿qué queda?

1950. Roma (antes de abril).
Albergo d´Inghilterra.

La Píese, 2 de febrero de 1978.

ZAMBRANO, María; El agua ensimismada, Atencia, María Victoria (ed.),
Málaga, Universidad, 2001, ISBN: 84-7496-852-6, 47 pp., pág.: 27

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EL HOMBRE Y LO DIVINO

Pues, en el “comprender padeciendo”, que es la tragedia clásica, hay también un horizonte que no es el solo privilegio del conocimiento, por visión objetiva, la simple compasión ante la fábula trágica no alcanza los episodios de la vida cotidiana, sino en los excepcionales casos en que encuentren a alguien –desconocido autor- cuya conciencia sitúe al episodio en un horizonte. El autor de la tragedia, el poeta, ha llevado la fábula a un horizonte que se hace sensible, que envuelve al espectador y le conduce desde su estrecho mundo privado a un lugar donde todas las cosas humanas son propias; donde nada es extraño; le sitúa en el ancho horizonte de la vida real y posible, de toda la vida, sueño y delirio incluidos; le hace ser por momentos, no el sujeto de su pequeña vida particular, sino el sujeto de la vida humana, sin más… Y de ahí esa apertura del ánimo, ese ensanchamiento que adviene en el padecer de la tragedia, y la purificación que no es sino el resultado de haber asumido, por simpatía que llega a los linderos de la visión, el padecer no sólo del protagonista, sino de cualquier posible padecer.


ZAMBRANO, María; El hombre y lo divino, México, Fondo de Cultura Económica, 1986, ISBN: 968-16-1124-1, 408 pp., págs.: 252-253.

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EL SUEÑO CREADOR

El hombre ha de ir haciéndose no ya su vida, sino proseguir su no acabado nacimiento; ha de ir naciendo a lo largo de su vida, mas no en soledad, sino con la responsabilidad de ver y de ser visto, de juzgar y ser juzgado, de tener que edificar un mundo en el que pueda quedar encerrado este ser prematuramente nacido, sin tiempo, sin libertad, y en esa situación entrar en el gran teatro del mundo sin saber tampoco su papel a representar. Establecer el proceso de integración de la persona en su propio ser hasta llegar a la libertad, y el progresivo conocimiento de sí mismo, a la posesión del espacio interior.


ZAMBRANO, María; El sueño creador, Madrid, Turner, 1986, ISBN: 84-7506-183-4, 143 pp., págs.: 27 y 28.

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HACIA UN SABER SOBRE EL ALMA

Por qué se escribe


Escribir es defender la soledad en que se está; es una acción que sólo brota desde un aislamiento efectivo, pero desde un aislamiento comunicable, en que, precisamente, por la lejanía de toda cosa concreta se hace posible un descubrimiento de relaciones entre ellas.
Pero es una soledad que necesita ser defendida, que es lo mismo que necesitar de justificación. El escritor defiende su soledad, mostrando lo que en ella y únicamente en ella, encuentra.
(…)
Escribir viene a ser lo contrario de hablar; se habla por necesidad momentánea inmediata y al hablar nos hacemos prisioneros de lo que hemos pronunciado, mientras que en el escribir se halla liberación y perdurabilidad –sólo se encuentra liberación cuando arribamos a algo permanente-. Salvar a las palabras de su momentaneidad, de su ser transitorio, y conducirlas en nuestra reconciliación hacia lo perdurable, es el oficio del que escribe.
Más las palabras dicen algo. ¿Qué es lo que quiere decir el escritor y para qué quiere decirlo? ¿Para qué y para quién?


ZAMBRANO, María; Hacia un saber sobre el alma, Madrid, Alianza, 1987, ISBN: 84-206-3197-3, 201 pp., págs.: 31 y 33.

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FILOSOFÍA Y POESÍA


El poeta no se cuida de hacer el recuento de sus bienes y de sus males; el inventario de su fortuna. Porque el poeta no puede saber quién es, ni sabe siquiera lo que busca. El filósofo, al menos, sabe lo que busca y por ello se define –filo-sofo-. El poeta como no busca, sino que encuentra, no sabe cómo llamarse. Tendría que adoptar el nombre de lo que le posee, de lo que le toma allanando la morada de su alma; de lo que le arrebata. Pero no sería fácil, pues unas veces se siente arrebatado, endiosado; otras se siente en cambio apegado, enredado en sueños sin forma ni siquiera ímpetu, se siente vivir en la carne cuando la carne todavía es opaca y no se ha hecho transparente por la luz de la belleza. ¿Cómo llamarse el poeta? Perdido en la luz, errante en la belleza, pobre por exceso, loco por demasiada razón, pecador bajo la gracia.


ZAMBRANO, María; Filosofía y poesía, México, Fondo de Cultura Económica, 1998, ISBN: 968-16-5004-2, 123 pp., Pág.: 63.

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LA AGONÍA DE EUROPA

Hay un personaje que siempre ha fascinado a las mentes europeas, y que, por el lugar geográfico de su nacimiento, no es propiamente un europeo. Y ello mismo servirá a Europa. Este gran hombre es san Agustín. Su vida, hecha transparente por las Confesiones, nos ofrece, en su concreción personal, el tránsito del mundo antiguo al mundo moderno. Sus Confesiones, en verdad, nos muestran en estado de diafanidad el doble proceso coincidente de una conversión personal que al propio tiempo es histórica. La Historia misma se confiesa en él. Pues lo que cambia no es tanto el alma de san Agustín, sino el alma del mundo antiguo que se convierte en el nuevo. Es una conversión histórica o, si se prefiere, la salida de una crisis, de la crisis en que el mundo antiguo –filosofía griega y poder romano- muere para pervivir, es cierto, pero en otra forma.


ZAMBRANO, María; La agonía de Europa, Madrid, Trotta, 2000, ISBN: 84-8164-416-1, 102 pp., pág.: 65.

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LA CONFESIÓN, GÉNERO LITERARIO.


Y es lugar adecuado a cada cosa o conato de cosa, a todo eso que no tiene nombre y que proporciona formas de contacto distintas del conocimiento, que no pueden llamarse propiamente conocimientos, mas tan necesarias como él, y que en cierto modo son la madre del conocimiento. El conocimiento intelectual ha sido una función privilegiada; era natural que al ejercitarse se diese a conocer, se estableciese a sí mismo. Mas, existen otras formas de contacto, otras relaciones que no son conocimiento intelectual ni quizá puedan serlo nunca; tal, por ejemplo, la relación con los que han muerto y entre ellos con los propios antepasados; la presencia y relación legítima con seres de esta condición, con seres que no lo son en el mismo sentido que los que así se llaman propiamente, desde un lugar adecuado, apto para recibirlos.
En realidad no es nada que tenga que ver con seres y cosas, sino una entrada en espacios que aparecen instantánea y suavemente; de manera que no se podría decir que así la Religión, las religiones, sean algo más y diferente de los actos de conciencia en que se las ha querido fundar en los últimos tiempos, ni aunque estos actos sean de fe. Pues no es la creencia ni aun el amor, sino esos nudos que se desatan, y esos muros que sin ruido se derrumban y la anchurosidad que sobreviene. Y es la intimidad con todas las cosas, con las de todos los días, que no basta que sean de todos los días para tener con ellas intimidad. Es algo que no es conocimiento intelectual ni traducible en él, pero que le antecede y sostiene y sin lo cual andará flotando por grande que sea su exactitud y claridad.
(…)
Nada, apenas nada sabemos de este mundo; es el mundo de la intimidad sin palabras, donde ha de reinar una oculta e insensible armonía, donde debe encontrarse la raíz de toda guerra, donde la paz no es cosa de pactos ni compromisos, pues no es cosa de derechos ni leyes, sino de una silenciosa armonía que, una vez destruida, es ingobernable tumulto, rebeldía sin término, discordia.



ZAMBRANO, María; La confesión: género literario, Madrid, Siruela, 2001, ISBN: 84-7844-285-5, 108 pp., págs.; 103-106.

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LOS BIENAVENTURADOS

Es el suceso que acecha al feliz en cualquier forma en que la felicidad le haya llegado, la necesidad de descender a los ínferos a derramar el agua de la felicidad sobre la sequedad y aun a darse en pasto a la autofagia que en los ínferos inacabablemente campea, pues que hay algo en el allí confinado que resiste, que subsiste, algo indestructible. Mas el modo en el que el filósofo que ha recibido a solas la respuesta de la felicidad se siente atraído por la entraña de la caverna es específico: él baja declarando, enunciando, baja con la palabra, con la razón, con el logos. Puede en la bajada desprenderse de él por darlo, por no saberlo dar, por no estar quizá mandado hasta ese punto. El poeta que procede igualmente no se diferencia, claro está, del filósofo, que, al fin, en esa acción son el mismo.


ZAMBRANO, María; Los bienaventurados, Madrid, Siruela, 1990, ISBN: 84-7844-040-2, 112 pp., pág.: 95.

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NOTAS DE UN MÉTODO

Sucede cuando nos preguntan, seamos estudiantes o maestros, que lo primero que se experimenta es un sobresalto, una especie de sentirse sorprendido “in fraganti”, como si hubiésemos descuidado algo, o dejado en olvido por lo menos. Y aun puede ocurrir que tratándose de una pregunta para la cual disponemos de adecuada respuesta, al sobresalto suceda un vacío en la mente. Nada hay más contrario para salir de esta situación que el esforzarse en salir de ella. Hay que sostenerse en ese vacío de la mente con un corazón firme. Y entonces, sólo entonces, es cuando aflora la respuesta; una respuesta todavía más precisa de la que creíamos tener. Entre la pregunta y la respuesta debe existir, de mediar, un vacío, una detención de la mente, una cierta suspensión del tiempo. Por varias razones, mas ante todo por ésta que ahora señalamos: que el corazón debe de asistir, en todos los sentidos de la palabra, al acto de responder de algo. Porque responder es responder ante algo, presentarse ante algo. Y sin la asistencia del corazón la persona nunca está del todo presente.


ZAMBRANO, María; Notas de un método, Madrid, Mondadori, 1989, ISBN: 84-307-1567-6, 144 pp., pág.: 110 y 111.
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BIBLIOGRAFÍA




BIBLIOGRAFÍA DE MARÍA ZAMBRANO, AÑO DE PUBLICACIÓN.


- 1930, Nuevo liberalismo, Madrid, Morata.

- 1937, Los intelectuales en el drama de España, Santiago de Chile, Panorama.

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- 1945, La agonía de Europa, Buenos Aires, Sudamericana.

- 1950, Hacia un saber sobre el alma, Buenos Aires, Losada.

- 1955, El hombre y lo divino, México, Fondo Cultura Económica.

- 1958, Persona y democracia, San Juan de Puerto Rico, Departamento Instrucción Pública.

- 1960a, I sogni e il tempo (traducción italiana), Roma, Quaderni di pensiero.

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- 1981, Dos escritos autobiográficos (el nacimiento), Madrid, Entregas de la Ventura.

- 1984, Andalucía, sueño y realidad, Granada, Editoriales andaluzas reunidas.

- 1986a, Senderos, Barcelona, Anthropos.

- 1986b, De la aurora, Madrid, Turner.

- 1989a, Notas de un método, Madrid, Mondadori.

- 1989b, Algunos lugares de la pintura, Madrid, Acanto.

- 1989c, Delirio y destino, Barcelona, Círculo de lectores.

- 1989d, Para una historia de la piedad, Málaga, Torre de las Palomas.

- 1990, Los bienaventurados, Madrid, Siruela.

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- 2002, Cartas de la Pièce (correspondencia con Agustín Andreu), Valencia, Universidad Politécnica de Valencia.

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BIBLIOGRAFÍA DE MARÍA ZAMBRANO, EDICIONES UTILIZADAS.


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- VVAA (1982): María Zambrano o la metafísica recuperada, Málaga, Universidad de Málaga, Ortega Muñoz, J.F. (ed.).

- Contiene: Los sueños de María Zambrano, José Luis L. Aranguren. La superación del racionalismo en la filosofía de María Zambrano, Juan Fernando Ortega Muñoz. Del conocimiento pasivo o saber de quietud, José Ángel Valente. La confesión, género literario y método en filosofía, Juan Fernando Ortega Muñoz. Esperanza y divinidad según María Zambrano. El humanismo existencial de María Zambrano, Antonio Doblas Bravo. En la morada del lenguaje, Pere Gimferrer. La crisis de Europa en el pensamiento de María Zambrano, Juan Fernando Ortega Muñoz

- VVAA (1983): Papeles de Almagro. El pensamiento de María Zambrano. Madrid, Zero Zyx.

- Contiene: La voz de María Zambrano, Fernando Savater. Las fórmulas del corazón, Jesús Moreno Sanz. La metáfora del corazón en la obra de María Zambrano, Amparo Amorós. Presencia de la revelación, Antonio Marí. Sueño y revelación, Fernando Muñoz Vitoria. Una presencia decisiva, E. M. Cioran. La esencia de un mensaje, Antonio Colinas. “La tumba de Antígona” : Tragedia y misericordia, Julia Castillo. Filosofía y poesía, José Luis L. Aranguren.

- VVAA (1989): María Zambrano: Premio “Miguel de Cervantes” 1988, Barcelona, Anthropos.

- Contiene: María Zambrano: el pensamiento como vocación, Dónoan. María Zambrano, Julia Castillo. Símbolos de María Zambrano, Antonio Colinas. De divina inspiratione (desde el pensamiento de María Zambrano), Antonio Marí. La visión 2ª : el Método en María Zambrano y la tradición filosófica y gnóstica en occidente, Jesús Moreno Sanz.

- VVAA (1997): María Zambrano: la razón poética o la filosofía, Madrid, Tecnos. Rocha Barco, T (ed.).

- Contiene: María Zambrano: razón poética o filosofía, Teresa Rocha Barco. El concepto de paternidad en María Zambrano, Manuel Pecellín Lancharro. Ortega y María Zambrano: un proyecto de convivencia nacional, José Luis Molinuevo. La razón poética: mirada, melodía y metáfora. María Zambrano y la Hermenéutica, Sergio Sevilla. La razón poética: salvación de los ínferos, Eugenio Fernández G. Razón no polémica en María Zambrano. Lugares elementales y palabras con cuerpo, Jesús Moreno Sanz. Sobre Antígona y algunas otras figuras femeninas, Miguel Morey. Historia sacrificial: absolutismo y despotismo, Xavier Palacios. La reforma del entendimiento. Hacia una superación de la razón poética, Chantal Maillard. Los silencios de la palabra/los sonidos del silencio, Ramón Reyes. La soberbia de la razón, Diego Romero de Solís.

- VVAA (1998): Claves de la razón poética. María Zambrano un pensamiento en el orden del tiempo, Madrid, Trotta, Revilla, C. (ed.).

- Contiene: Claves de la “razón poética”, Carmen Revilla. María Zambrano y Cuba: un testimonio, Cintio Vitier. La semántica de la luz, Jesús Moreno Sanz. El binomio España-Europa en el pensamiento de Zambrano, Ferrater Mora y Ortega y Gasset, Ana Bundgärd. El exilio y el transtierro. Visión filosófica de la expatriación en María Zambrano y José Gaos, Eduardo González Di Pierro. La cuesta de la memoria, Elena Laurenzi. María Zambrano y Simone Weil: un modo diferente de pensar la tradición filosófica, Joan Nogués Gálvez. Del pitagorismo y Aristóteles: a hombros de María Zambrano, Rosa Rius Gatell. Acotación temática en torno a la piedad: Cristina de la Cruz Ayuso. Sobre el camino recibido, o la delicada conjunción entre método, vida y experiencia, Jorge Larrosa. Zambrano-Spinoza: elementos y tránsitos del pensar, Laura Llevadot. Sacrificio, agonía y salvación del individuo (sobre el Spinoza de María Zambrano), Víctor Manuel Pineda. María Zambrano y la crítica del racionalismo, Roberto Sánchez Benítez. La entraña y el espejo. María Zambrano y los griegos, Óscar Adán. María Zambrano: un pensamiento de la duermevela, Miguel Morey. Raíz y horizonte del pensamiento de María Zambrano, Carmen Revilla.




REVISTAS MONOGRÁFICAS:




- ANTHROPOS, 1981, num.2. María Zambrano. Antología y selección de textos.
Barcelona.

Contiene: Escritos autobiográficos de María Zambrano. Vida y obras.
Pensamiento de María Zambrano, Temas y figuras de la filosofía de María
Zambrano.

- ANTHROPOS,1987, num. 70/71. María Zambrano. Pensadora de la Aurora.
Barcelona.

Contiene: Cronología de María Zambrano por Julia Castillo. Intermedio sobre filosofía y poesía, Eduardo Subirats. Muerte y resurrección de lo sagrado, Leonardo Cammarano. La fenomenología de la forma-sueño en María Zambrano, Juan Fernando Ortega Muñoz. La literatura como conocimiento: Nina quiere a Alonso Quijano, Raquel Asún. Sumersión y huida, Jesús Moreno Sanz. Sueño y creación, Fernando Muñoz, Vitoria. Conocimiento y revelación, Antonio Marí. Ideas para una fenomenología de lo divino en María Zambrano, Chantal Maillard. El hombre, lo sagrado y lo divino, Nieves Herrero. Aportaciones y comentarios, José Salinero Portero. Nostalgia de un tiempo-espacio perdido: las artes, Margarita Valverde. El pensamiento y la obra de María Zambrano: una guía (memoria de la tesis), Margarita Valverde.

- ASPARKÍA, 1992, num.3, Investigació feminista. Monografic: María Zambrano. Castellón, Publicacions de la Universitat Jaume I.

- Contiene: Semblança, Rosa Mascarell Dauder. La transformación del logos, Alcira B. Bonilla. La revelación por la palabra, Antonio Crespo Massieu, María Zambrano: Ronda psicoanalítica, Ana Galindo. Hacia un nuevo humanismo, Mercedes Gómez Blesa. El espejo de Atenea, Estela Montes. Desde la tumba de Antígona, Jordi Sanchis. La música del llanto, María Fernanda Santiago. La filosofía política de María Zambrano, Javier Urdanibia. María Zambrano, Teresa Escartín. En amorosa incertidumbre, Carmen Bueno. Bibliografía comentada, Ramón Roig.

- AURORA, 1999, num. 2. Papeles del “Seminario María Zambrano”. Barcelona, Universidad de Barcelona.

- Contiene: La ciudad, espejo de la historia en el pensamiento de María Zambrano, Carmen Revilla. La ciudad de la espera y la esperanza, Ana Bundgärd. La ciudad: paradigma de libertad, Carmen Danés. De la ciudad de Dios a la ciudad virtual, Concha Fernández Martorell. Ciudad histórica y ciudad del alma, Stefania Tarantino. Presencia y ausencia de Morelia, Sebastián Fenoy. Las ciudades paternas, José Luis Mora. De la ciudad y sus vísceras: la atención zambraniana, Rosa Rius Gatell. Las ciudades recibidas, Julia Ruiz. El mestizaje en el pensamiento de María Zambrano, María Poumier. El canto de las piedras de la aurora, Juan José Ruiz Rodríguez. Rincones y esperanzas, Ana Titus. Las voces de la ciudad, Anna Berenguer i Catalá. La ciudad como espacio de civilización en Simone Weil, Joan Nogués Gálvez. Simone Weil: la ciudad y lo sagrado, Isabel Ortega. Un lugar en el mundo: Arendt, Weil y Zambrano, Alicia Viana. Delirios en La Habana, Miguel Morey. Notas sobre la forma-sueño y los últimos neoplatónicos, Sonia Prieto y Oscar Adán. Bajo la “ciudad-camino”: algunos caracteres de los protagonistas de la intrahistoria española, Sonia Prieto.

- CUADERNOS HISPANOAMERICANOS, 1984, num. 413, Homenaje a María Zambrano, Madrid, Instituto de Cooperación Iberoamericana.

- Contiene: Rosa mística, Rosa Chacel. Visión fugaz de María Zambrano, Carmen Bravo-Villasante. Una aproximación personal a la obra de María Zambrano, Manuel Andújar. La palabra de María Zambrano, José Luis L. Aranguren. María Zambrano, Juan Rof Carballo. Sub quadam aeternitatis specie, Jesús Moreno Sanz. María Zambrano, intérprete del alma, de las ruinas y de Job, Alain Guy. El arrabal de los santos, Blas Matamoro. El pensar poético de María Zambrano, Armando López Castro. María Zambrano en Hora de España, Concha Zardoya. Desarrapados, ariscos, desgarrados y estoicos españoles, Isabel de Armas. De la guerra al exilio: María Zambrano y el senequismo de los años cuarenta, Marie Laffranque. María Zambrano y la hermenéutica del Quijote, Francisco Gutiérrez Carbajo. María Zambrano en algunas revistas hispanoamericanas entre 1938 y 1964, José Salinero Portero. María Zambrano y lo poético, Enrique Azcoaga. Notas a la ecuación tiempo-libertad-sueño en El sueño creador de María Zambrano, José Ortega. Claros del bosque, una filosofía de “La noche del ser”, Héctor Ciocchini. La palabra poética en María Zambrano, Clara Janés. María Zambrano, el entendimiento poético, Francisco Javier Satué.

- JÁBEGA, 1989, num. 65, Homenaje a María Zambrano, Málaga, Diputación Provincial de Málaga.

- Contiene: María Zambrano. In memoriam, Juan Fernando Ortega Muñoz. Las siete edades de la vida humana, María Zambrano. Un análisis de la existencia humana: Louis Lavelle-María Zambrano, Luis Jiménez Moreno. La apertura en la trascendencia en María Zambrano, José Seco Pérez. Un saber acerca del hombre, Juana Sánchez Gey Venegas. ¿Qué es filosofia? Una aproximación desde el pensamiento de María Zambrano, José Demetrio Jiménez. Los Bienaventurados, Greorio Gómez Cambres. Apuntes sobre el cuerpo. Lectura de María Zambrano, Chantal Maillard. Nieztsche y la destrucción de la filosofía, Luis de Santiago Cuervós. Séneca y el horizonte de la libertad, Juan A. García González. El amor como agente de trascendencia, Juan A. Sánchez Santaolalla.