miércoles, 4 de marzo de 2009

MARCO AURELIO: SOLILOQUIOS

No malogres el tiempo de vida que te queda en averiguar vidas ajenas, a no ser que lo hagas con la mira de servir al público; quiero decir que no revuelvas en tu imaginación qué hace Fulano y por qué lo hace; qué dice, qué piensa, qué maquina y otras cosas a este modo, “porque la curiosidad de los hechos ajenos” distrae a uno del cultivo y cuidado de su mismo espíritu.

(…)

Nunca necesites de juramento ni de testigo alguno “para ser creído”. A más de esto, mantén un semblante placentero, “indicio de un ánimo” que no necesita de ministerio exterior, ni de que otros le procuren su tranquilidad interior; es necesario, pues, que te mantengas sobre ti, no necesitando de otro apoyo.
Si en el transcurso de la vida hallares algo más recomendable que la justicia, la verdad, la moderación, la fortaleza, y, para decirlo de una vez, de mayor aprecio que aquella disposición de ánimo “en fuerza de la cual” uno se conforma gustoso con la recta razón en la práctica de sus acciones, y se contenta con las disposiciones del hado, que no dependen de su elección; si algo, digo, hubieres visto de mejor condición, abrazándolo con toda su alma, goza enhorabuena de ese mayor bien. Pero si nada se te presentare más excelente que ese tu “espíritu” o “numen” en tu pecho consagrado, que es el que tiene a raya sus propios apetitos; que examina los pensamientos que se ofrecen a la fantasía; que se desprende de los halagos de los sentidos, como Sócrates solía decir; que se sujeta asimismo a los dioses y que tiene cuenta con el bien del prójimo; si hallares, pues, que toda otra cosa es mucho menor de menos valor que ese tu espíritu, no quieras dar cabida a otro bien alguno, al cual, si una vez te rindieres, ya no podrás después, sin mucha repugnancia y contradicción, dar el primer lugar a aquel otro, que es propiamente tu bien. Y en realidad de verdad, no es conforme a justicia y razón que ningún otro género de bien, como es el aplauso popular, el mando, la riqueza, el deleite, se atreva a disputar cara a cara el primer lugar contra el bien honesto, propio de la razón y sociedad, bien entendido que si no juzgare deber condescender en algo, por poco que sea, con cualquiera de estos bienes, ellos, de repente, enseñoreados de su corazón, lo arrastrarán tras sí. Digo, pues, que escogiendo tú de buena fe y generosamente lo mejor, te afirme en ello. Y, sin duda, lo mejor es lo más útil, y en que deberás mantenerte si te conduce como a racional, y huir si como a dominado del apetito; y, sobre todo, procura conservar un juicio recto y libre de preocupaciones, para con toda seguridad puedas hacer un examen verdadero.
Jamás califiques de útil para ti mismo lo que tal vez pueda empeñarte en faltar a tu palabra; en desestimar la modestia; en aborrecer a otro; tenerle por sospechoso; en abominar de él; en mostrarte doble; finalmente, en apasionarte por alguna cosa de las que no pueden hacerse sino a puertas cerradas y tiradas las cortinas.



MORALISTAS GRIEGOS: MARCO AURELIO, TEOFRASTO, EPICTERO, CEBES, Madrid, Aguilar, 1945, Col. Crisol, nº. 103, 563 pp., págs.: 100 y 103-105.