domingo, 8 de marzo de 2009

SIMONE DE BEAUVOIR: EL EXISTENCIALISMO Y LA SABIDURÍA POPULAR

LITERATURA Y METAFÍSICA


Yo leía mucho cuando tenía diecinueve años. Leía como sólo se lee a esa edad, con ingenuidad y con pasión. Abrir una novela era verdaderamente entrar en un mundo, un mundo concreto, temporal, poblado de figuras y de acontecimientos singulares; un tratado de filosofía me llevaba más allá de las apariencias terrenales hacia una serenidad de cielo intemporal. En uno y otro caso, recuerdo aún el asombro vertiginoso que se apoderaba de mí en el momento en que cerraba el libro. Después de haber pensado el universo a través de Spinoza o Kant, me preguntaba: “¿Cómo se puede ser tan fútil para escribir novelas?” Pero cuando dejaba a Julien Sorel o a Tess d´Uberville, me parecía vano perder el tiempo fabricando sistemas. ¿Dónde se situaba la verdad? ¿Sobre la tierra o en la eternidad? Me sentía desgarrada.
Pienso que todos los espíritus que son sensibles a la vez a las seducciones de la ficción y al rigor del pensamiento filosófico han conocido más o menos esta inquietud. Pero en fin, no hay sino una realidad; es en el seno del mundo donde pensamos el mundo. Si ciertos escritores han elegido retener exclusivamente uno de esos dos aspectos de nuestra condición, estableciendo así barreras entre la literatura y la filosofía, otros, por el contrario, desde hace tiempo, han buscado expresarla en su totalidad. El esfuerzo de conciliación actual al que asistimos hoy, continúa una larga tradición, responde a una profunda exigencia del espíritu. ¿Por qué pues suscita tanta desconfianza?
Hay que reconocer que las expresiones “novela metafísica”, “teatro de ideas” pueden despertar alguna inquietud. Ciertamente, una obra significa siempre algo: aun aquella que busca deliberadamente rechazar todo sentido, manifiesta ese rechazo. Pero los adversarios de la literatura filosófica se quejan con razón de que el significado de una novela o de una pieza de teatro no debe, como el de un poema, poder traducirse en conceptos abstractos: si no, ¿para qué construir un aparato ficticio alrededor de ideas que podemos expresar con más economía y claridad en un lenguaje directo? La novela sólo se justifica si es un modo de comunicación irreductible a cualquier otro. En tanto que el filósofo, el ensayista, dan al lector una reconstrucción intelectual de su experiencia, es esa experiencia misma, tal como se presenta antes de cualquier elucidación, lo que el novelista pretende restituir en un plano imaginario. En el mundo real, el sentido de un objeto no es un concepto captable por el puro entendimiento: es el objeto en tanto que se devela a nosotros en la relación global que sostenemos con él y que es acción, emoción, sentimiento.


BEAUVOIR, Simone de, El existencialismo y la filosofía popular, Buenos Aires, Ediciones Siglo Veinte, 1969, 125 pp., págs. 77-79

No hay comentarios: